Los Palillos

Pues la verdad es que estos chicos de Son no decepcionan nunca. Si ya me consideraba muy fan de Maquila Bar ahora también lo soy de Los Palillos. Para empezar solo tengo una pequeña pega y es que en el interior del local solo hay mesas altas así que si vais con carritos de niños mejor reservar mesa fuera y disfrutar de ella si hace un buen día. Eso si, tenían trona para bebés. ;-)
Éramos cuatro y optamos por compartir todos los platos. cocas de sardinas marinadas con piriñaka japonesa, hamburguesón de langostinos, ancas de rana, pluma ibérica con papas arrugás y gyozas fritas. La verdad es que todo estaba delicioso y la pluma concretamente espectacular.
El trato muy amable y los camareros atendían a cualquier duda que les plantearas de la carta así como a las recomendaciones de fuera de carta que son bastante atractivas. Toda la comida regada por unas buenas Son artesanales durectamente llegadas desde la calle Delgado. Qué ricas.
Experiencia muy satisfactoria. Seguro que volveremos a repetir.

Estuvimos cenando en terraza, al fresquito. Estando todo buenísimo, por orden de preferencia, probamos el wan-​tun de pringá, el hamburguesón de langostinos (de tamaño muy normalito) y las alitas japo, Todo muy bien cocinado, atención excelente, déjate aconsejar. Aunque cambian la carta de vez en cuando, hay algunos platos fijos. Prueba, no te arrepentirás.

Japanese-​Spanish fusion. Small restaurant so need to book, tables max 4pax. Most of the dishes were just OK, nothing wow. Langoustine hamburger was better than most, but came with way too much sauce and soggy chunky chips. I’ve had better, but I’ve had worse too.

Hoy el sitio elegido ha sido este restaurante con cierta fusión japo-​española. En principio decir que el trato de los trabajan allí ha sido muy agradable y con simpatía.
Pasando a valorar la comida decir que nos ha encantado las patatas bravas y las empanadillas de pollo y verduras. Estos han sido nuestros platos estrellas, aunque tb hemos probado el atún con cuscus y el wok (bastante pequeño para ser plato y no medio).
Por otro lado decir que echamos de menos alguna indicación para intolerantes alimenticios en la carta. Hemos tenido q consultar al camarero sobre demasiados platos y no es una forma rápida d decidir la comida. A estas alturas de oleada de restaurantes nuevos en mi opinión es incluir indicaciones en la carta sería fundamental.
En resumen la comida rica pero han tardado mucho en servir, aún siendo un día sin mucha afluencia.

Había pasado por delante muchas veces y me llamaba la atención como habían aprovechado un local tan pequeño y puesto tan coqueto, pero nunca me lanzaba a conocerlo. Por fin lo hice, ¡y qué descubrimiento!
Partiendo de la decoración, han montado un local con gusto, con materiales aparentemente baratos pero combinados con estilo y perfecto para aprovechar los pocos metros cuadrados de que dispone.
Hablando ya de la carta la verdad es que sorprende, fusión asiática y más, porque a parte de las tablas de sushi, que puedes ver como los preparan, ya que la zona donde lo hacen es acristalada y de cara al público, hay muchas otras cosas que te aparecerán. Mi elección: ancas de rana con humus balinés, exquisitas, suave en la textura tanto del humus como de la carne; Curry de buey, muy rico y en su punto de picante que no es mi fuerte ni mucho menos y por rematar hamburguesón de novilla, la carne en su punto justo y con unas mega patatas fritas a baja temperatura que son mantequilla pura. Por poner un pero, el pan de la hamburguesa es mejorable.
En cuanto a las bebidas, además de Cruzcampo, te ofrecen varias cervezas artesanales muy ricas, algo carillas sí (3,60 €), y alguna japonesa que no probé. La cuenta final entre 15 – 20 € por persona, para mi justificados.
Todo esto con un servicio perfecto, chicas encantadoras, atentas y servicio ágil.
En resumen un sitio para repetir y probar toda la carta.

He visitado este restaurante en varias ocasiones y nunca me ha decepcionado. Tienen una carta en la que mezclan cocina mediterránea con cocina de influencia asiática, por eso no es difícil encontrar en sus sushis alguno de jamón o incluso mojama.
Personalmente, el plato que más me gusta es el de las lagrimitas de pollo con mayonesa de wasabi, están rebozadas con panko y eso les da una textura única. Otros platos que he probado han sido el tataki de atún con verduras de temporada y manzanilla, wan tun de pringá o la tempura de verduras de temporada, todo igual de bueno y con una presentación muy cuidada.
El servicio suele ser bastante bueno, los camareros son muy agradables y pueden hacerte recomendaciones a tener en cuenta.
En cuanto a la carta de bebidas, tienen una selección de cervezas artesanales SON y bastante variedad de vinos.
Como dato curioso, me enteré hace poco que los mismos dueños que llevan Los Palillos son los que llevan también Maquila Bar, no es de extrañar que ambos sean de mis sitios preferidos de Sevilla.

Una vez mas se ve que hay buena relación entre España y Japón. Este lugar propone una fusión entre la gastronomía española y la japonesa. Puedes encontrar desde tapas a raciones para una sola persona. La comida es excelente y creativa.
Opte por el hamburgueson con salsa de tomate y wasabi, el wasabi no era muy fuerte y el plato te puede parecer algo chico. pero luego decidí probar las alitas japoandalucas y estaban de muerte y te llenaba.
Trato excelente y buen servicio. Son rápidos y muy amables.
Si bien puede parecer algo caro, merece la pena venir para ocasiones especiales con los amigos o la pareja.
Una recomendación absoluta para lo que quieren degustar cocina creativa.

Restaurant soecialisé dans les plats japonais de type sushi/​maki à l’espagnole genre tapas.
La salle est petite et toute en longueur, avec vu sur toute la cuisine. Les plats maki sont servit sur des ardoises et tout à l’air propre et bien travaillé. On vous apporte des petits trucs apéro histoire de vous faire patienter (carotte au cumin, olives).
Niveau bouffe in a tenté le menu dégustation, environ 20 € par personne, histoire de tester un peu tout. Sushi jambon espagnol, viande mariné, bœuf séché, anguille, thon et saumon mi cuit, foie gras… De tout en quantité raisonnable, pour des mangeurs moyen (si t’as la dale, prend un dessert, mais pas l’entame du moelleux au chocolat).
C’est honnête et pas mauvais. On repassera pour le sourire par contre.

En un enclave muy bueno como la plaza de la pescadería nos sentamos unos cuantos amigos al sol para comer. Pedimos una botella de vino blanco rueda (afrutado, 15 €) mientras pensamos qué elegir. Al final un poco de cada. Surtido grande de sushi, watun de pringá (riquísimo), tempura de verduras, croquetas, alitas de pollo y fideos con verduras. Todo muy bueno. Nos quisimos cambiar de sitio cuando se fue el sol y sin problemas. Tenían radiadores puestos y era un gustazo. Muy recomendable para comer algo distinto siendo lo de siempre y encima en el centro

The food was great, not the best Japanese food that I’ve tried but still great. The service is fast and one of the nicest we encountered in Andalusia. The man who served us really took his time explaining us the menu. We love their white wine! We’ll definitely come back once we are back in Sevilla again.

Auténtico sushi que sigue los cánones japoneses según nos explicaron en un curso al que fuimos unos amigos, que es cuando descubres la diferencia entre sucedáneo de sushi, y sushi de verdad, amén de las mejores calidades y cuidada presentación. No es excesivamente caro para lo bueno que es todo. La originalidad del local reside como ya han comentado en la fusión con la gastronomía local para quitar el miedo a una cocina para tantos desconocida. Volveré siempre que pueda.

Los Palillos se autodenomina «sushi jamón bar» y me parece una buena forma de definir su cocina, que es una mezcla de japonés con comida tradicional, por ejemplo, un wantun de pringá. Lo que está especialmente bueno son los surtidos de sushi, nigiri, etc.
La localización me parece ideal, lejos del bullicio y el ruido de la plaza del Salvador y la Alfalfa. La atención fue excelente (rapidez y amabilidad), de ésas que te hacen volver a un sitio sólo por eso.

Me habian recomenado este sitio, y por alguna razon, no habia podido entrar. Hoy por fin lo he conseguido, y ha cumplido todas mis espectativas.
Sorprendentemente, siempre esta casi vacio, y sigo sin entender porque. El local es pequeño, pero muy cuidado, con un estetica que cumple con lo que vende… fusion.
El personal, agradable, mucho, y atento, con un profundo conocimiento de la carta, dejate aconsejar.
Comida japonesa, pero con una vuelta de tuerca, fusion andaluza. Espectacular el salmon en papillote y el tataki de melva, hay q probar el abanico de iberico, y los rollitos de primavera.
El precio, como todoa los japos, algo caro, pero en este caso compensa, por sabor y cantidad en las tapas.
Sin duda, volvere mas de una vez.

Menuda decepción… tras meses pasando por la puerta y con muchas ganas de entrar, y tras leer reseñas muy apasionadas ensalzando las virtudes de este sitio, por fin tuve la oportunidad de conocerlo… y dudo mucho que vuelva.
Íbamos con un poco de prisa, no mucha, pero sí calculando que teníamos una hora para comer. Teniendo en cuenta que solo había un par de mesas más llenas en la terraza, esto no pareció algo imposible, pero por lo visto sí lo era. Un tiempo interminable hasta que nos atendieron, espacios abismales entre platos… finalmente decidimos entrar a pagar la cuenta, diciéndoles que teníamos bastante prisa y, aún en ese momento, tuvimos que esperar a que prepararan la cuenta y nos la entregaran.
En cuanto a los platos, tomamos tres, ya que nos pareció una cantidad suficiente para dos personas: nada de eso. Un plato de niguiris (8) de salmón y de pez mantequilla, algo muy sencillo que hoy en día sabe hacer casi cualquier restaurante… pues este no: el arroz se desmoronaba. El segundo plato (para el que, como ya he dicho, esperamos siglos) fue una ensalada con sashimi y gambas, muy simple y algo insípida. Y el último, la milhojas de presa y calabaza con espuma de patata, esta sí bastante sabrosa pero con una cantidad ínfima, del mismo modo que los otros platos. Es decir, que entre unas y otras, salimos del restaurante con algo de hambre, y la cuenta no se correspondió ni con la calidad ni con la cantidad de los platos.
Sí que tienen algunas cervezas artesanas españolas muy buenas y otras japonesas de importación (que no he probado), pero no creo que la idea del local sea que el cliente vaya solo a probar sus cervezas, que puede encontrar en muchos otros sitios en los que probablemente le atiendan con mayor rapidez.

Buscamos muchas opiniones antes de reservar porque era mi cumpleaños y queríamos un sitio en especial. No nos equivocamos, a pesar de que se liaron un poco con nuestra reserva y la hora, nos atendieron muy bien y nos dieron el postre de bizcochón de chocolate blanco. Probamos el tataky de buey, el sushi, wan tum de pringá, los fideos y las hamburguesas de aguacate y otras con pez espada. Las raciones no son muy abundantes pero vale la pena ir allí y disfrutar de los sabores que te ofrecen.

Siempre es emocionante ver la cara de alguien la primera vez que prueba algo nuevo. En mi caso se trataba de presenciar cómo daban el primer bocado a un nigiri de salmón. Nos pilló por el centro y pensé que era la oportunidad perfecta para conocer por fin este lugar.
Lo primero que me llamó la atención fue el tamaño del local, bastante pequeño, una especie de pasillo largo y estrecho, pero decorado con gusto. Llegamos un sábado a las 21:30 y tuvimos la suerte de quedarnos con la única mesa que aún no estaba reservada u ocupada, por tanto es recomendable reservar con tiempo, sobre todo el fin de semana.
Cuando te sientas a la mesa tienes disponible tanto cubiertos occidentales como palillos chinos, así que puedes elegir cómo comer, aunque pienso que la gracia de acudir a un sushi bar es vivir la experiencia completa y optar por los palillos.
El servicio es bastante atento y al tomarte nota de la bebida te traen un poco de pepino aliñado que me resultó muy refrescante. Abrimos la carta y como queríamos probar tantas cosas pedimos varias tapas para compartir: nigiri de salmón, tataki de buey, wan-​tum de pringá, croquetas menchi (con ternera y patata) y mini burguer de pollo teriyaki.
En general, la calidad de las tapas fue buena, personalmente los wan-​tum de pringá fueron mis preferidos. El sushi también estaba bueno pero tampoco como para volverse loco. Un detalle que sí me gustó mucho, y creo que es lo único que resaltaría de este sitio, fue que nos iban trayendo las tapas a medida que íbamos terminando con las anteriores, de forma que pudimos saborear todo mejor sin el estrés de tener la mesa llena de platos.
Como he mencionado antes, la calidad de la comida era buena pero el tamaño me pareció ridículo, sobre todo en algunas tapas cuya relación con su precio pues simplemente no me parece correcta. El mini burguer de pollo teriyaki es literal, mini, tanto que casi parecía una croqueta menchi. El tataki de buey también me pareció insuficiente, sobre todo teniendo en cuenta de que pagas 4.20 € y 4.50 € respectivamente.
Antes de asistir aquí tuve la oportunidad de revisar su carta hace unos cuantos meses y me llevé la sorpresa de que los precios han aumentado considerablemente, en algunos casos la subida alcanza hasta los 0.50 €. Desconozco si existen motivos razonables para estas subidas.
En resumen, Los Palillos me pareció un bar fusión más, novedoso en cuanto al concepto de fusionar lo japonés con lo español, pero bastante pasado de precio para el tamaño de las tapas, por eso le doy tres estrellas. Está bien para alguna ocasión especial, pero no creo que se convierta en una de mis preferencias. Considero que en Sevilla existen mejores opciones para comer japonés.

Está bien, sí… Pero no es para tanto.
Estuve hace un par de semanas en fin de semana con una amiga, ella muy ilusionada, y yo con espectativas muy altas.
En primer lugar al llegar no había mesa, había reservas y lista de espera, nos sentamos a cenar a las 23 de la noche, tuvimos que esperar más de 45 minutos.
Por lo general me pone de muy mal humor esperar para comer/​cenar, y más si ya tengo hambre previamente. Ni siquiera nos ofrecían algo mientras esperábamos, cosa, que para el nivel del sitio, me parece lo mínimo. Así que tuvimos que ir a otro bar para hacer tiempo.
Yo en otras circunstancias, me voy y me siento en otro sitio, pero a mi amiga le hacía ilusión…
Pedimos sushi variado, el plato de temaki para auto elaboración, y el micuit de buey, creo. No recuerdo bien. También bebimos cada una, una copita de vino blanco.
En primer lugar, las piezas de sushi me parecían muy pequeñas, me quedé con hambre, por otra parte, me gusta especialmente las piezas de sushi grande, poder ir tomando cada pieza en un par de bocados o tres… La calidad de la comida no es mala. Vale, lo reconozco, es buena, bastante. Pero en serio, cantidad-​precio no me moló mucho.
No sé si volveré, porque soy de ideas fijas, pero desde luego, prefiero otros japoneses…

No sabía que este sitio iba a enamorarme de la manera en que lo ha hecho. Había oído hablar de él, pero nunca me había acercado, hasta que un día iba de paso y… ¿Por qué no?
Bendito sea el momento en el que se nos pasó «Los Palillos» por la cabeza. Desde la atención, hasta la música de fondo… Poco a poco, me fueron convenciendo. Y es que parece que la cocina fusión (sobre todo con lo japonés) es un gran invento.
Desde cervezas japonesas a los clásicos sevillanos o algún vino. Al final el acompañamiento será lo de menos.
Echa un vistazo a la carta… o quizá dos vistazos. Es una prueba fundamental para saber si el sitio te cautivará. Al menos para mí… Me la leí un par de veces y quería pedirme la mitad de las cosas de una sentada.
Finalmente, optamos por la carne. Tataki de buey (tapa pequeña pero sabrosa) y lo mejor: miloja de presa con calabaza y espuma de patata (o puré…). Riquísimo.
Nos quedamos con hambre (menos mal) y pedimos otras dos tapillas: Gyoza (una empanadas al vapor rellenas de carne) y lagrimitas de pollo con mayonesa de wasabi. Ambas geniales. ¡Pero queda demasiado para seguir probando!
El precio fue de algo más de 15 € por cabeza, pero la experiencia de comer al lado de la tabla del cocinero, merece la pena…
¡De 10!

Semanas, meses o, incluso, más de un año pensando en venir y por una cosa o por otra nunca me había animado a entrar. Hasta hoy. Y menudo acierto. Desde la decoración hasta el nombre, pasando por la atención de los camareros, la música ambiental, la cocina vista (a lo show-​cooking) y, por supuesto, unos platos de fusión entre la cocina japonesa y la andaluza que quita el sentío.
Está ubicado en plena Cuesta del Rosario y es un local pequeñito, estrecho y no muy profundo que aprovecha el buen tiempo para sacar veladores cuando puede. El interior es de madera, evocando a los dojos japoneses, con sus puertas correderas y todo. La carta ofrece una serie de platos típicos japoneses como makis, nigiris, uramaki y temaki muy ricos, pero lo interesante son los platos únicos que encontraremos aquí: milhoja de presa ibérica, lagrimitas de pollo con mayonesa de wasabi, gyozas japonesas, tataki de buey y, de pasada, vimos pasar unos fideos yakisoba con huevos de codorniz que tenían una pintaza brutal.
Para colmo, tienen tartas artesanas hechas por ellos mismos. El bizcocho de chocolate blanco es una pasada.
¿Y por qué no le pongo cinco estrellas? Porque no tienen enchufes en el interior, ni WiFi… ni café.

Extra bon ! Des plats avec du goût qui réveillent les papilles ! Un ¹⁰⁄₁₀ de ma part !
La papillote de saumon est extra :)

Maravilloso
Soy fan de la comida japonesa y en este sitio la ponen, buena, simple y baratita.
El personal es un auténtico encanto y te explican lo que haga falta. Sobre todo a aquellos que aunque nos encante la comida oriental, no tenemos ni idea de lo que estamos comiendo y nos será imposible aprendernos nunca los nombres.
Tienen unos manteles individuales de papel muy graciosos donde te explican como crear tu propio «Temaki»
De precio, algo carillo, pero como todo japonés existente. Teniendo en cuenta que estamos ante un tapeo sushiano, está muy bien de precio. El vino, por cierto, una maravilla. Siempre recomiendan un albariño seco básico que está bastante bien.
Un lugar con encanto, situado en un lugar excelente: la Alfalfa. Megarecomendable

El nombre de este restaurante no podría estar mejor escogido, ya esos palillos pueden referirse a los cubiertos con los que comemos normalmente el sushi, pero también a aquellos con cintas colorás de la señora a la que se le van los pies sin tener las ganas de bailar cuando canta una sevillana. Porque ese es el concepto de este nuevo bar, mezclar la tradición japonesa con la andaluza para que podamos disfrutar de un sushi recién hecho o de un plato de jamón.
El sitio es mono, pequeñito, con techo alto y bien aprovechado. Mucha madera, fotos antiguas de folclore andaluz y unas persianas en la parte alta. Tiene alguna mesita fuera, pero no hay mucho sitio, así que cuando se corra la voz será complicado coger mesa. Y seguramente se corra pronto, porque está muy bien y nada mal de precio.
La carta, que tienen en papel porque están aún aumentando, cosa buena, tiene una case de cocina nipona con aires del sur de España, desde unas croquetas a sushi, ensaladilla con huevas de bacalao y un toque picante o un rollito japonés pero relleno de pringá. Vamos, algo bastante interesante, porque intentan fusionar de verdad dos mundos que, si lo pensamos bien, han tenido muchas cosas en común a lo largo de la historia pese a las diferencias culturales y la enorme distancia que los separa. Sus mini hamburgesas están para morirse, especialmente la de pez espada, y lo digo yo que no soy muy amante de este pescado porque lo encuentro un poco anodino y basto al tacto. Ofrecen poca variedad de sushi al día para garantizar que el pescado sea fresco. Incluso de postres, que no son algo en lo que los japoneses destacan, puedes tomar las dorayakis, esas tortitas japonesas que tomaba Doraemon sin parar, pero han decidido prescindir de la pasta de alubias dulce que normalmente lleva (afortunadamente) y acompañarlas de crema de castañas y y crema de cacao.
Todo un acierto. Larga vida a Los Palillos.