Había estado en un local con el mismo nombre y, más o menos, la misma fachada por la zona de Nervión. Al poco tiempo lo cerraron. Cuando vi este, pensé que iba a ser parecido, pero nada que ver. Siguen manteniendo en el interior la misma temática que la fachada. Para tomarte una copa en un ambiente relajado, puedes sentarte en las camas. Dentro es distinto, pero no se está mal. La música demasiado comercial para mi gusto.
M Carmen M.
Tu valoración: 4 Sevilla
Hace un tiempo estuve con un par de amigos en este pub. Y pensaba que iba a ser un fracaso… pero mientras transcurríà la noche me di cuenta que no podríamos haber elegido un pub mejor para la ocasión! Nos pedimos cada uno sus bebidas y nos pusieron un platito de frutos secos. En verano ponen una terracita que me encanta. Esas camas decoradas, cómodas y todo blanco… hace que me sienta en el paraíso mexicano! Para épocas de frío está la zona del interior que es bastante amplia, y tiene mesas para poder sentarse. Los precios son los comunes de todos los pubs, no son precios ni baratos, ni caros. Además, la última vez que fui, la pista de baile estaba sóla para mi amiga y para mí. Nos lo pasamos bomba. Lo único que destaco como negativo es que la música era super repetitiva… casi llegué a aprenderme el orden de las canciones Este pub es perfecto para noches de fiesta pero tranquilas :)
Macarena H.
Tu valoración: 3 Sevilla
Si resulta que acabas de asistir a Lisístrata y estás borracha, por una casualidad de éstas de la vida, ustedes ya comprenden, y te metes en un local llamado Ágora, la noche sólo puede ir a mejor. Y ahí estábamos, las de siempre. Chisposas y alegres, entrando entre columnas. Obviamente no nos lo podíamos creer. Daba la maldita casualidad que acababan de inaugurarlo. Pero cuando pasamos por la fachada, a todas se nos iluminó la cara con ese toque de «venga, hombre, esto es una broma». Por dentro, una decoración super currada, de templo griego. Aunque Amenábar lo situó en la época del inicio de la cristiandad, a nosotras la peli nos importaba más bien poco. Nos quedaba repartir los papeles. Y ahí estábamos, dispuestas a llevar la paz a nuestro pueblo, chantajeando a nuestros esposos –que fueron hombres invisibles sentados en los sofás– sin sexo en caso de que acudiesen a la guerra. No hay nada que una buena puesta en escena, tres copas de ron y algunas mentes locas no puedan hacer.