Topinambour

Todo lo que comí exquisito y con una presentación impecable. El lugar no es muy grande, pero yo lo encontré muy acogedor, especialmente es patiecito me encantó.
Con certeza regresaré.

En el marco del BA Food Week uno se da el lujo de conocer Restos un poco mas de alto nivel.
Este fue el caso de Topinambour, resto francés escondido en el Hotel Palo Santo, la entrada pasa casi desapercibida, al entrar a la recepción del hotel se denota mucho un Hotel cuidado, tranquilo y luminoso con un gran pulmón vidriado.
Al pasar al final encontramos el Restaurant. Chiquito, pocas mesas pero de calidad, el patio se lo ve divino en un dia de sol.
Apenas entre me recibieron con una copa de champagne, con luces tenues ideal para bajar un poco de tanto trabajo en la semana.
A mi izquierda el libro de Ale Vigil, «Todo lo Otro» excelente lectura para terruños poco conocidos y su historia.
El menú del evento, en si acorde, sencillo, pero una rápida ojeada al menú oficial denota mucha carisma en los platos y valor jaja
Como Entrada me pedí una sopa muy cremosa de topinambour con mollejas de pato y como un grisín crocante, que debo decir le faltaba un poco de sabor.
Como principal pedi un «Boullabaise» que eran unas ostras mejillones azafrán a dos en su jugo. Muy rico aunque como todo queres más jaja acompañado de una copa de Malbec Anco
Y por último un postre cremoso de clementinas y jengibre.
Creo que no le hice justicia al resto por motivos personales y del menú. Se volverá.

Fui hace poco por el menú de la Buenos Aires Food Week, y quede encantado.
El lugar es reducido pero muy lindo, ubicado en la planta baja de un hotel en Palermo. Al principio me costó encontrarlo porque no está señalizado de ninguna manera. La comida empezó con un trago y unas croquetas de cerdo (cortesía de la casa), ambos muy ricos. La panera estaba correcta, algunos panes medio secos quizá, pero otros eran suaves y deliciosos. La entrada, unas mollejas con masa hojaldrada y salsa de champiñoes, era simplemente sublime. Luego vino el plato principal, ravioles de ossobuco. Estaban bien, la salsa era deliciosa, pero los ravioles en sí fueron lo que menos me gustó del menú. Finalmente llego el postre: una tarta tatin riquísima, pocas veces en Buenos Aires he comido una tatin así de rica. A todo esto, la atención fue cordial y eficaz.
Sinceramente es un lugar para repetir, uno de los pocos donde se come comida francesa bien hecha en Buenos Aires.

Y finalmente, un día fui a Topinambour. Es de esos restaurantes que de no ser por el boca a boca no conocerías, dado que desde la calle es imposible saber que existe, porque se encuentra en el interior de un hotel (Palo Santo) cuya fachada tampoco llama demasiado la atención (es divina, con unas anchas puertas de vidrio ploteadas con imágenes de hojas y unos banquitos de madera). Al fondo de la planta baja, pasando la recepción, encontramos este mini restaurant (tiene pocas mesitas) de estilo francés.
La primera alegría me la llevé en el momento de la reserva telefónica: me atendió un chico que no era del restaurant –porque a la hora en la que llamé estaba cerrado– y fue supercordial, y dado que no sabía si había o no lugar, quedó en llamarme (lo hizo a los dos minutos literalmente). Fue muy simpático y muy amable (otro podría haberme dicho que llame a partir de tal o cual hora).
El lugar en sí, como dije, es pequeñito, pero creo que la perlita está en el patio, ya que allí tiene más mesas pero lamentablemente no pude cenar allí ya que la noche no era de las más cálidas. La música que suena de fondo es francesa sin excepción. La atención de los mozos es muy atenta.
Lo primero que noté apenas entré es que estaba muy mal vestida para la ocasión: a Topinambour se va formal. ¿Tenés vestidos que nunca sabés cuándo ponerte? Usalo ahí. Yo estaba de jean y zapatillas negras de cuero, y una remera de buda. Mal mal mal.
Sobre la comida, debo aclarar que fui en el marco de la food week, por lo que no pude ver la carta entera sino los platos seleccionados para este evento. Probé una sopa muy cremosa de topinambour con mollejas de pato y como un grisín crocante, luego risotto de topinambour con hongos, mascarpone e hinojo (a esta altura puedo decir que me encanta el topinambour), y de postre un cremoso de clementina y jenjibre, budín y caramelo de naranja. Los precios fuera de este menú especial los desconozco, pero estimo que deben ser CARISIMOS dado que una copa de vino me salió $ 75. Los tragos andan en el orden de los $ 95.
No está mal para ir a conocerlo, sobre todo para una ocasión especial.

El lugar es muy acogedor en el fondo y planta baja del hotel. El sonido del agua en una de las paredes exteriores produce mucha tranquilidad la atención es impecable La propuesta del menú es original y muy francés Elegimos para comenzar unos langostinos y vieiras estaban deliciosos yo comí una sopa de topinambour con mollejas que era un poema justo para el intenso frío exterior. De plato principal ciervo en su punto justo con un puré muselina. Y yo elegí ranas que estaban insuperables. Siempre es un placer comer platos preparados por Sebastian!!!

Escondido al fondo de un hotel en Palermo que no tiene ni cartel está la nueva perlita francesa (abrió en diciembre de 2014). De mediodía, platos típicos franceses desde sopa de cebolla a Croque Madame en el patio con enredaderas (plato y postre alrededor de $ 200). De noche, alta cocina con un ingrediente realmente diferente. «No es jengibre» dirá el chef, ante lo parecida que es la raíz que le da nombre al restaurante a esta otra. Buena carta de vinos, buena atención y un risotto para el recuerdo. Para tener una sorpresa doble, no dejar de probar la sopa de topinambur con mollejas de pato (nada que ver con las de vaca, magras y sabrosas).

Fui para el FoodWeek y tenian un menu Standard, todo bastante completo realmente y una presentación muy copada.
De entrada daban una sopa con un aperitivo mientras esperabas.
Yo pedi de entrada ensalada de queso cabra gratinado con endivias, nueces, croutons y vinagreta. Lenguine con portoblellos, panceta y salteado de brócolis como plato principal y Crème Brulee de Postre.
Lo que me parecio errado, es que considerando que el menu no incluia bebida, que me trajeran la gaseosa directo en un vaso.
El restaurant esta ubicado en un hotel, asiq a simple vista no se puede visualizar desde la calle.

When it’s raining buckets where even umbrellas only provide moderate protection, you hope your hotel has a decent restaurant. Topinambour in the Palo Santo Hotel proved to be a fine choice and even started service ½ hr early (19:30) for us damp, hungry, early-​eating, tourists.
I ordered the duck breast with honey & spices and potato puffs (
) which turned out to be a play on Duck a l’Orange. Tender, medium-​rare duck not drowned in sauce (
) and pillowy fried mashed potato puffs (
). The duck skin was still fatty, but easily eaten around.
The g/​f went with the malbec and mushroom risotto, quenelle of mascarpone cheese, braised asparagus tips, creamy garlic and thyme (
). I’d never had a risotto made with red wine and the flavor was more pronounced than in your typical risotto. The rice was slightly hard /​under-​cooked, but all of the other components went well together.