A mitad de la calle Insurgentes, en una pequeña y pintoresca placita llamada Plazuela de San Felipe, rodeada por casas de revista, están los estanquillos. En el medio una típica fuente de cantera acompaña a los pequeños cuadros de concreto con techos de tejas que están listos para servir a la hora que sea. Lo primordial es elegir el estanquillo. De eso dependerá tu instinto y los conocimientos con los que cuentes en el rubro de puestos callejeros(hay que tomar en cuenta la cantidad de gente que tiene el lugar, que tan limpio está por dentro y también su circunferencia más cercana, la decoración, la presencia del don o doña que lo atiende, el olor que de él emana… bueno, uno se hace un analítico empedernido del puesto garnachero). Una vez que elegiste el adecuado para ti, te aposentas y preguntas: ¿qué tiende, doñita?. Las opciones pueden ir en el camino de: tacos dorados, enchiladas rojas, chilaquiles, tortas de milanesa o huevo o jamón. Es común que también sirvan comida corrida: un caldito de pollo, milanesa con arroz. Y en cuanto a bebidas tienen varias opciones para prepararte jugos o licuados. Mi elección: torta de milanesa con«chocomil» de fresa(en la explicación del«chocomil» nos meteremos en futuras reseñas) Lo que es un hecho, y por favor no vayas a querer comprobar si mi teoría es cierta, es que para poder disfrutar de este tipo de locales callejeros debes tener cayo y, tanto tu como tu estomago saber lo que hacen; aunque los lugarcitos se encuentran limpios, no creo que sus estándares de pulcritud y desinfección sean los óptimos. Teniendo ese detalle palomeado te aseguro que cumple lo necesario si tienes ganas de probar es sabor y la experiencia de pueblo.