Un lugar nuevo, abrieron hace un mes y medio, y ya está haciendo ruido. Primero vi fotos de sus platillos en Instagram, después lo visité a petición de una amiga amante de la comida. En esa ocasión, el agua del día fue de chía con limón, súper fresca. De entrada, pedimos queso fundido con champiñones, una explosión de sabor. De plato fuerte, pedí la pechuga Citronela: empanizada con ajonjolí, sobre una cama de salsa de huitlacoche y acompañada de unos esquites. Otra amiga pidió el salmón, de buen tamaño, en su punto y acompañado de puré de papa. Como la plática estaba muy buena, nos atrevimos a pedir postres. Cada una pidió uno diferente: panqué de plátano, brownie, apple crumble y cheesecake. Sí, los nombres los hemos escuchado antes, pero tienes que probar las versiones de Citronela. Están bárbaros, con un tamaño generoso y deliciosos. Me encantó el café. La taza es gigante y, lo mejor, lo preparan con prensa francesa. También resalto el servicio. Todos muy amables y eficientes: mesera, gerenta y socio. Sin duda, regresaré para probar otros platillos porque todo se antoja.