La Moravia

Es un bar de barrio con encanto y solera en el que tomarse una cerve y una tapita. Se encuentra en una placita muy tranquila al final del pasaje Mallol, por lo que reúné a algo de la bohemia de esta zona de talleres con sus señores del barrio de toda la vida que toman su chato de vino.
El bar tiene su encanto, un tanto roñoso, con un suelo antiguo bonito… Pero lo que más llama la atención son sus tprtillo as de patatas, una simple y la otra con chorizo. Me quedé con ganas de probar la segunda, pero iba con compañia poco choricera, así que la normal fue la que saboreé y estaba muy buena.

La Moravia, como se conoce popularmente tomando el nombre de la plaza que la alberga, es una de las paradas obligatorias para tomar la caña de rigor cuando aprieta el calor y el zumo de cebada se convierte en tu acompañante diario. Estuve viviendo un tiempo en la calle juzgados y le cogí cariño. Tienen muchos veladores con un ambiente muy agradable formado por todo tipo de gente del barrio. La cerveza está bien fría, y si te entra hambre tienen montaditos variados para engañarla. Recientemente han ampliado el pequeño local que tenían, por lo que los jueves de primavera se animan a dar conciertos. En la temporada, sus caracoles están muy, pero que muy buenos.

Uno de mis lugares preferidos para las noches de primavera y verano, porque además queda un poco apartado de los bares más comunes del entorno Alameda. El propietario del bar es un tipo entrañable, parece un poco rudo cuando lo tratas por primera vez pero después resulta ser un buena gente total.
Desde que han reformado y ampliado el bar, organizan conciertos, yo he asistido a alguno de flamenco y entre el público se veía afición.
También es un buen lugar para ir con niños, cruzando la calle estrecha hay un pequeño parque con juegos.

Este bar llamado «La Bartolina» es conocido por la gente de la zona como «la Moravia» o «el Márquez» .
El primer nombre se debe a que es en esta plaza donde se encuentra ubicado: la Plaza de la Moravia. La calle Pasaje Mallol (calle llena de talleres, estudios, locales de ensayo, de música, de baile, de teatro…) desemboca en esta plaza y justo al lado se encuentra la Plaza del Pelícano. Eso ayuda que el público que te encuentres sea ecléctico.
Del segundo nombre leyendo un poco más entenderéis el por qué.
El bar es normalito pero tiene una magnífica terracita en la plaza antes citada. Un lugar lleno de naranjos y tranquilidad. Las mesas están espaciadas y el ambiente es reposado y acogedor.
«El Márquez» es el dueño, personaje bastante peculiar al que hay que conocer para pillarle el punto, una vez pillado te resulta simpático y entrañable.
Justo enfrente de la plaza hay un pequeño parque infantil y además al ser un lugar tranquilo, va mucha gente con niños. Por este motivo, en la última remodelación que hizo del bar, colocó dentro una máquina de agua con un pedestal de madera para que beban los niños sin tener que estar poniendo vasos de agua continuamente. Ese es el carácter de «el Márquez».
Gastronómicamente es un bar al uso: montaditos, alguna tapa caliente, a veces hacen paellas… pero sí que hay una cosa que hacen especialmente bien: los caracoles en verano.
Es un placer ir a tomar unos caracolitos y una cervecita bien fría a un enclave como este.