He ido solo una vez y la impresión no pudo ser peor. Me fui pensando que aquel lugar era el bar más insalubre de toda España. ¿Razón? Yo pedí las famosas codornices y un amigo pidió un montadito creo que de morcilla. Pues bien, mi amigo se encontró entre los panes una sorpresa no muy agradable, una cría de cucaracha. Sí, una de estas cucas pequeñitas tamaño yema de dedo. Dicen que es un bar único. no me cabe duda, ¿en que otro bar te sirven montadito de cuca? ¡Una de bisho, maestro, bajita de Raid si puede ser! Menos mal que nos lo tomamos a cachondeo, mi amigo devolvió la tapa y le pusieron otra. Yo no se si habría tenido estómago para comerme la nueva, hecha en el mismo sitio en el que hicieron la otra. Unas personas más tiquismiquis o con más mala leche le hacen una foto al montadito y forman un tinglado. Una vez contada la experiencia creo que nadie puede discutir la nota que le pongo a este sitio, ¿no? Yo no soy muy tiquismiquis, pero entre encontrarte un mosquito en el zumo o un pelo en el arroz y encontrarte una cucaracha en un montadito creo que hay un trecho insalvable. Luego ya vendrá todo el tema de lo histórico y pintoresco del sitio, que lo es sin lugar a dudas, y supongo que esa imagen cochambrosa es la forma en la que ya te avisa de lo que te puede pasar si comes algo. Yo soy el primero al que le encantan los lugares con historia y con personalidad, pero todo tiene un límite, sobre todo cuando te dedicas a un negocio que puede hacer mella en la salud de las personas. Me daría pena que acabase cerrado por lo que es, pero desde luego hay que mejorar las condiciones de sanidad, y con más razón si es un lugar tan histórico. Si el dueño no tiene dinero para ello, quizá el Ayuntamiento podría pensar que es un sitio en el que merece la pena invertir alguna ayuda para, al menos, mantenerlo en unas condiciones básicas. Yo le recomiendo a la gente que vaya, que lo conozca y que lo observe, pero no que coman allí, al menos hasta que mejoren en el tema de salubridad. Pd: También acabo de recordar que el dueño no nos quiso cobrar a cada uno lo nuestro sino la cuenta completa, cuando algunos llevábamos solo billetes y nos formó un lío de estos en los que acabas debiéndole dinero a otra persona que tiene que pagar por ti en moneda y tal…
Maribel S.
Tu valoración: 5 Sevilla
#LunesDeReseña _recuerdo la primera vez que entré en este bar, no podía dejar de mirar sus puntales, ya que coincidió con la época en que estudiaba Construcción V, precisamente donde nos enseñaban a calcularlos y distribuirlos de la forma más adecuada… y no pude dejar de analizarlos, como si estuviera en una práctica de clase(pero con cervezas que iban y venían de aquí para allá). Puntales y fotografías por todas las paredes, fotografías en blanco y negro, fotografías antiguas en color, fotografías que mostraban personajes de todo tipo, posando, actuando, cantando, tocando, sonriendo, son todo recuerdos, músicos, escritores y artistas… detalles todos que muestran que es un espacio cargado de años, con mucha historia y con muchas historias, sin pretender luchar contra la modernidad actual que lo convierte en un lugar más añejo aún, como de otro siglo, pero lleno de magia, de solera… Los fans de este templo, dedicado al cantante Silvio, han creado una plataforma para que sea declarado Bien de Interés Cultural con carácter etnográfico. Originariamente se llamaba«los arcos» abrió a finales del siglo XIX y actualmente lo sigue llevando Gonzalo Molina, tabernero y poeta, negocio en el que su familia lleva 80 años, primero su padre, y ahora él, su hermana Luisa y su hijo. Se bebe vino de fresa y naranja, mosto rosado y cerveza negra y se comen alitas de pollo, codornices y, antes de prohibirlos, pajaritos. El local lleva 10 años apuntalado y Urbanismo quiere reformarlo, cosa contra la que se luchará a capa y espada. No es el bar más barato de la zona, pero sí es diferente al resto y aconsejo pararse a tomar una cerveza fresquita o un vinito, considerarlo parada obligada al pasar, aunque solo sean 10 minutos, y te darás cuenta, cuando vayas varios días, que este bar tiene su clientela fija, ambiente informal donde abunda el buen humor y la conversación inteligente. Y no te olvides plasmar tus datos en sus recogidas de firmas para proteger este maravilloso lugar.
Pablo C.
Tu valoración: 4 Sevilla
Cuando visito a Gonzalo lo hago con la misma esperanza con la que van los enfermos a Lourdes. Voy con los dedos cruzados, a ver si tengo suerte y lo encuentro abierto. Esto, que por un lado es un inconveniente tiene su morbo, lo reconozco, y casa perfectamente con el ambiente imprevisible y ecléctico del local. Sus característicos puntales, su hermosa y antigua barra al borde de la ruina, su pavimento una cuarta por debajo de la acera, los barriles de vino, las sillas de enea… todo compone un conjunto único e irrepetible y configura uno de los rincones más singulares y auténticos de Sevilla. No apto para remilgados, eso sí. El propietario, Gonzalo, parapetado tras sus gafas de miope, observándonos desde la barra de manera distraída, con ese aire melancólico de literato maldito, es otro de los alicientes del local. Es uno de los personajes míticos que jalonan la calle Feria. Siempre hay algo detrás de la primera apariencia del local; Gonzalo no sólo es un camarero taciturno: es un poeta de la vida. La carta de tapas es escueta y se limita en apariencia a montaditos varios y a las míticas alitas de pollo fritas y servidas con un chorrito de limón. Pero ojo, aquí todo tiene doble fondo: si nos detenemos un poco en la carta encontramos sorpresas como codornices –creo que en escabeche– y salchichas bratwurst. Y es que así es Gonzalo, mucho más de lo que parece a primera vista. No falta desde luego la Cruzcampo, de barril o en botellín. Pero por supuesto hay más: ofrece también la magnífica Alhambra 1925 y cerveza negra de barril. Y si os gusta el vino dulce de naranja, este es un sitio magnífico para tomarlo. Gonzalo Molina es en definitiva mucho más que un bar cutre, es un refugio para espíritus sensibles.
María C.
Tu valoración: 4 Santiponce, Sevilla
¡Bienvenido a la taberna de las cavernas! Como ya han contado mis amigas Lucia y Patricia, este bar se sostiene de puro milagro, es más, no te sorprendas si se te cae en el vaso un poquito de cemento, pero nada… con eso se hace más espuma de cerveza. Personajes de lo más variopinto llenan su barra, entre ellos una misma que se pirra por los sitios así. Si no está en tu lista de cosas importantes que debes hacer, apúntalo ahora para que no se te olvide. En serio, de mis rincones favoritos. Nos cruzaremos seguramente más de uno por allí. Fdo: la mujer de las tabernas.
Patricia M.
Tu valoración: 4 Sevilla
Es la decadencia que a algunas nos gusta, y no nos preguntes por qué. A mí, porque me recuerda que hay historias, que hubo personas en esas sillas y en esas estancias, de las que a veces solo queda una pared. Es como Lisboa, o te gusta o no te gusta. Esto de la decadencia es como insconsciente, no se controla. Mi tía Pepi lo tendría claro ¡Ay, por Dios, yo no sé qué le ves a este sitio! Aquí de-gusté distintas variedades de vino dulce, a la naranja, mistela joven… entramos en calor y ya daba igual el apuntalamiento y la ruina. Luego he querido volver pero los horarios son un poco irregulares y no lo encontré abierto.
Lucía V.
Tu valoración: 5 Sevilla
No acabo de entender cómo nadie ha reseñado aún la taberna de Gonzalo. ¿Me estaré volviendo demasiado freaky? ¿es que importa mucho que el lugar esté apuntalado y casi en ruina? Por mi parte, el Gonzalo es un sitio imprescindible si quieres conocer a fondo el ambiente del centro norte sevillano y sus personajes más singulares. El edificio, como he dicho, está en condiciones lamentables, pero el Gonzalo es un lugar cálido(por el ambiente, que a veces hace un frío que pela) y pintoresco en el que siempre me siento bien. Sus paredes son museo dedicado a Silvio Fernández Melgarejo, líder de los Silvio y Sacramento, músico insigne e irrepetible de los que ha parido esta ciudad, rockero de los inicios, exponente(como dicen los críticos) de esa cosa tan poco conocida como fue el underground sevillano, allá por los setenta, y vinculado a otros grupos pioneros del rock andaluz como los Smash. Pósters y fotos hasta en los puntales dan fe de la adoración del tabernero por Silvio. Gonzalo es un tipo taciturno, que lleva años resistiéndose al desahucio y que trabaja, creo que aún funcionan así, con su madre en la cocina. Ella es quien prepara las famosas alitas de pollo que contribuyen a la fama del local, amén de otras cosas grasientas que casi nunca me he atrevido a comer. El local tuvo que ser bonito en sus buenos años porque, como te digo, aún conserva mucho encanto: sillas de enea, libros en las estanterías y el enésimo! baño en el que no cabes con abrigo. Sus horarios son irregulares, abre por la noche, pero puede que vayas un día y esté cerrado. Si lo encuentras así, insiste porque merece la pena. Puede que coincidas con un corrillo flamenco o una tertulia entre los habituales. En todo caso, gente no corriente, amantes de las causas perdidas, que por este barrio hay muchas.