Quílez

Barcelona, España

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+34 932 15 23 56
Sitio web:
www.lafuente.es
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Rambla de Catalunya, 63, Barcelona, 08007
L'Eixample
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4 opiniones sobre Quílez

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Tu valoración: 5
Paris
Un colmado de toda la vida con los mejores productos. Establecimiento que conserva su estilo original modernista, en los escaparates se pueden observar distintas clases de aguas 5 estrellas procedentes de manantiales de todo el mundo.
Tu valoración: 4
Barcelona
¿A quién no le va a gustar este colmado? ¿A quién? Es imposible. Como tienda, su amaneramiento estético la ha convertido en algo especialísimo, suspendida en el tiempo, ni aquí ni allí.
Pero siendo prácticos, si lo que buscas es un producto de gourmet como buenos vinos y licores, embutidos ibéricos de primera, caviar, cafés, quesos, foie, las conservas… Un sinfín de productos elegidos con cuidado que lo convierten en un colmado especialista, además de especialísimo.
Tu valoración: 4
Barcelona
El Quílez, uh, uh, cuidado, una institución sacrosanta de la Barcelona «botiguera». El colmado por excelencia en un chaflán ultracéntrico; el día que pongan ahí una sucursal de La Caixa me liaré a pedradas. Ojo, y no porque profese un especial cariño personal por este establecimiento, pero hay que reconocer que forma parte del patrimonio de la ciudad. Está Colón, la Sagrada Família, el Molino y el Quílez… muy por delante del puto Maremágnum, dónde va a parar.
De acuerdo que para el menda sirve, más que para comprar, para marujear los precios obscenos de los 294 tipos de agua mineral que tienen, pero eso no quita que lo prefiera a la última tienda delicatessen de diseño y capital anglosajón.
Tu valoración: 4
Barcelona
Hay algo muy inquietante en la forma en que estan dispuestos los comestibles en el colmado Quilez, con una meticulosidad yo diría que algo enfermiza. Parece que haya pasado por allí un obsesivo-​compulsivo, al estar todas las latas de conservas y las botellas de vino perfectamente alineadas, practicamente al milímetro. Hay un orden exagerado en la disposición de los artículos, lo cual deja entrever una cierta falta de espontaneidad, un celo desmesurado, y un profesionalismo de aquel que ya se ha consagrado, y tiene una reputación que conservar. Es una lástima porque es una tienda que, en su época debía ser lo más parecido a una película de Berlanga, con el donaire y el gracejo que ello comporta, con las dependientas atendiendo en batas de rayas, despachando clientes que se atusan el bigote, en busca de aceitunas, boquerones, ahumados, foie, aceite, caviar, y un extenso catálogo de vinos y licores. Hoy en día parece evidente que esta estética vetusta es algo completamente deliberado y poco real. Un producto de marketing, completamente estudiado, y aún así vale la pena entrar, aunque no se necesite nada, para ver la tienda y hacer el cotilla.