La Despensa, del Señor Juan, es mi almacén de cabecera. A tan sólo dos cuadras de mi casa, es mi lugar comodín para comprar las cosas que me faltan para salir de apuros. Abren temprano a la mañana y luego de la siesta, porque en ésta parte de la ciudad es indiscutida e inamovible. El local lo atiende su dueño en persona, y su empleada de siempre. Es común ver a algunos de los clientes fijos disfrutar de una amena charla en la puerta del negocio que hace esquina en Donado y French. Me encantan los negocios como éste, donde te conocen, ya saben lo que llevás. Es una de las cosas que hacen que Fisherton siga manejándose como una suerte de pueblito. Podés encontrar productos de las más diversas índoles, comestibles, artículos de limpieza, bebidas frías para esas tardecitas de verano que claman por una cerveza bien helada, fiambres para hacerte una rica picada que acompañe y demás. Los ocasionales domingos en los que me levanto temprano, salgo enseguida a comprar ahí unos biscochos que son una bomba, pero hay que apurarse porque la gente arrasa con ellos. Abren incluso los domingos por la mañana, ideal para ir a buscar el pan de último minuto o agregar algo a las pastas de mamá.