Cine Cosmos-UBA

Este cine está ahora dirigido por la UBA, a la cual pertenece el Centro Rojas, en la misma cuadra, excelente lugar con cursos a los que asiste gente de toda edad. Los precios son asequibles y no tiene, lamentablemente, el éxito que merece. Pero al pertenecer a una institución no tiene la urgencia del lucro, lo que le permite presentar ciclos de autor y ser sala en el BAFICI.
Pero quiero en estas líneas recordar con nostalgia al viejo cine Cosmos, el de los años ’70, que en tiempos difíciles pasaba películas que no eran negocio ni se veían en cualquier lado.
Además, las autoridades del Proceso hacían buenas migas con la URSS, sobre todo por motivos comerciales (venta de trigo) y había tolerancia con este espacio cultural, a lo que debemos sumar, recordando aquellos tiempos, que el PC argentino había expresado su «apoyo crítico» al Gobierno, por lo que estaba todo bien.
Allí vi Pasaron las Grullas, una soviética de lujo, además de otras como El Acorazado Potemkin, Octubre y La Huelga, obras de arte de Serguei Einsenstein. El Cosmos era «la» sala donde se pasaban las películas de la productora estatal Artkino Pictures, de la entonces URSS, y quienes iban a ese lugar sabían que era un templo del séptimo arte.
Una vez dieron La Condición Humana, una japonesa de Masaki Kobayashi que duraba nueve horas y se daba en tres días, con tres horas cada una, obra magistral contra la guerra.
Después el cine estuvo varios años cerrado; creo que hubo un boliche allí un tiempo pero no estoy seguro aunque lo escuché.
Los DVDs, el cable, internet, fueron relegando estos espacios y nos hicimos más individualistas de lo que éramos.
Cada vez que paso por allí o me encuentro con alguien en el Rojas, que tiene un café donde se puede charlar con tranquilidad, recuerdo aquellos días que iban más allá del cine, tratando de ir un poco más allá en el acercamiento al arte, cuando caminábamos por Corrientes y del Cosmos íbamos a tomar algo a La Paz o el Ramos y comentar la experiencia de aquellas películas sobre las que no podíamos hablar con todo el mundo. Alberto Auné

El Cosmos, ese cine de una historia admirable, sobrevive como puede. Sobrevive, porque no termina de encontrar de encontrar su perfil. Suele alternar películas nacionales, ciclos privados, festivales como el BAFICI. Actualmente lo dirige la Universidad de Buenos Aires, pero tristemente no parece ser una de sus prioridades.
Más allá de que la programación no suela pensarse y planificarse estructuralmente, las proyecciones del Cosmos suelen ser una gran oportunidad para ver películas extranjeras que apenas pisan las salas nacionales o estrenos argentinos que no consiguen otros cines para lanzarse. El precio de las entradas, a medio camino entre los Espacio INCAA y las salas comerciales, a $ 15 la general y a $ 10 para estudiantes y jubilados, hace la diferencia.
Las diferentes asociaciones de directores y documentalistas lo vienen reclamando hace rato: que el Cosmos sea absorbido por el INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales) con el objetivo de asegurar su supervivencia y aportar más fondos para mejoras necesarias y para la difusión que el lugar necesita. Como en otras cosas, el Instituto no parece tener una política de exhibición clara.

Como dice otro comentario, el Cosmos es legendario. Es un pedazo de historia. También es verdad que está muy venido abajo. La alfombra desgastada, las luces un poco deprimentes, el café que parece la sala de espera de un médico. Pero aún así, sigue teniendo un aura especial
.
Aunque la programación no tenga muchos títulos ni demasiados horarios, la selección es interesante. Son películas generalmente argentinas, fuera de los circuitos comerciales, que han participado en festivales internacionales.
La entrada es baratísima, comparada con cualquier cine es un precio simbólico.
Antes solía ir sólo durante el BAFICI, siempre alguna de mis elegidas se daba ahí, pero ahora que me mudé por la zona es un placer incorporarlo a mi vida cotidiana. Puedo elegir si cruzar al súper a comprar pan o meterme al cine porque sí a ver la película con mejor afiche. La última vez que fui estaba en la sala casi vacía (salvo por una pareja) y vi Planetario.

Buenos Aires debe ser una de las ciudades más cinéfilas del mundo y sin dudas el Cine Cosmos ha sido uno de los escenarios más importantes en el que floreció esa cinefilia.
Si bien el legendario Cosmos ha conocido mejores épocas, hoy resiste con una única sala en la que proyecta mayormente películas argentinas independientes y también es una de las sedes del BAFICI (al menos hasta el año pasado).
Hay también un pequeño barcito afuera de la sala para hacer tiempo tomando un café, detalle fundamental para hacer que el lugar sea cómodo y agradable.
Nunca me voy a olvidar de las películas que ví por primera vez en el Cosmos: Suicide Club, de Sono Sion (primera que ví de él), Fulltime Killer, de Johnnie To, Persepolis, de Marjane Satrapi, La vida de Jesús, de Bruno Dumont… no sé, miles inolvidables.
En su momento el Cosmos estaba en manos privadas y tuvo que cerrar, pero ahora está bajo la órbita de la Universidad de Buenos Aires, por eso las entradas son muy económicas.
Al que le gusta el cine y vive en Buenos Aires, o está de paso, y no se metió aunque sea una vez en el Cosmos, se está perdiendo de un pedazo de historia.