Parroquia de la Inmaculada Concepción

No soy una persona religiosa, no creo en los ritos místicos y muy difícilmente tolero estar presente en algún servicio de esta índole, sin embargo las construcciones de la fe, por llamarlas de algún modo siempre me han atraído de forma insospechada, y es que ellas son sólo una muestra de lo que la fe de los hombres es capaz de hacer. Bueno, todo este preámbulo para mencionar que, de todos los templos de este agujero llamado Ciudad de México (y que amo con locura) la de la Inmaculada Concepción es al que le guardo mayor aprecio y es que no sólo se encuentra en la colonia en la que vivo desde hace 16 años, sino que es parte de la historia de mi familia desde mucho tiempo atrás. Aquí se casaron mis abuelos en 1951 y mis papás en 1978 (aunque no les dio muy buena suerte que digamos, ¡no se casen aquí!), y mis hermanos y yo fuimos bautizados en este lugar en 1979, 1980 y 1985, respectivamente. También, cuando mi padre falleció en 2006, sus cenizas fueron colocadas en la pequeña capilla que se encuentra a un costado de la parroquia, tal vez sea por esas razones que me siento ligado a ella, además de que me parece que posee un modernismo muy estético y armonioso.