Monumento a Cuauhtémoc

Leyendo la reseña de Norma M., me doy cuenta que no sabía los cuatro nombres que rodean la escultura y por qué no los se, porque nunca me he detenido a mirarla con atención.
Este monumento me parece que evoca por su estilo a héroes de la era moderna y no al último «emperador» de la gran Tenochtitlán.
Intenté en algún punto de mi vida aprender Nahuatl y la verdad fui un fracaso porque el idioma se me hizo hasta más complicado que el japonés.
Tal vez si lo hubiera aprendido, podría pronunciar los nombres que rodean la estatua con fluidez.
Me gusta el monumento y prometo poner en práctica lo del papá de Norma M.

Esta es una anécdota de mi padre que adopté por si acaso. Un día abordó un taxi y después de pasar por la glorieta de Cuauhtémoc (porque antes sí era glorieta, en Insurgentes y Reforma) el taxista le propuso no cobrarle el viaje si le decía los cuatro nombres que rodeaban al monumento.
Mi papá aceptó y empezó nombrando a Tetepanquetzal. En el inter ambos comentaban que Miguel Noreña esculpió en bronce al último emperador azteca. Luego se acordó de Coanacoch. Platicaron que la placa reza: «a la memoria de Cuauhtémoc y de los guerreros que combatieron heroicamente en defensa de su patria» y recordó a Cuitlahuac.
El taxi estaba por llegar a su destino y a mi papá sólo le faltaba uno, por lo que amablemente el taxista le dijo como pista que los cuatro fueron reyes aliados que combatieron durante la conquista junto con Cuauhtémoc.
Por fin llegaron y mi papá, decepcionado por no recordar el último y a la vez divertido por la ocurrencia del taxista, le agradeció, pagó su cuota y bajó. El taxi arrancó y unos segundos después gritó: ¡era Cacama! Sí, recordó el último aunque demasiado tarde.
Moraleja: apréndanse los nombres, quién quita y les toca ese taxista.