Desde niña me gusta el béisbol. Entonces soñaba con viajar, no a Disney ni a Epcot, sino al Dodger Stadium para ver a mis peloteros favoritos en vivo. Tuve que resignarme a verlos por tv e imitarlos en el patio de mi casa donde improvisábamos el campo, las bases y hasta algunas posiciones por no completarnos para cubrirlas todas. Me casé con un admirador de los Diablos Rojos y, si bien nunca crucé el charco para ver a los Dodgers, esa fue mi puerta de entrada a un campo de béisbol, aunque desde las gradas. Gracias a mi hija y su heredado gusto por el béisbol, es como pude pisar un campo de la Liga Anáhuac, donde desde hace algunos años ambas practicamos softbol que, por cierto, de «soft» no tiene nada y mis moretones son la prueba. Pero todo deporte conlleva sus moretones, a mucha honra, todo sea por el equipo. Oficialmente es Liga Infantil y Juvenil de Béisbol aunque, como pueden ver, no se limita al beis’ ni a aquello de «infantil y juvenil» pues heme aquí, donde descubrí que los chiquillos pueden iniciar la práctica desde los tres años ¡cuántos años me perdí sin el soft! En fin, lo importante es que ya estoy dentro y ¡de aquí soy!