Escuela Nacional de Música de la UNAM

La primera vez que entré a la Escuela Nacional de Música iba acompañando a mi maestro de guitarra a que realizara sus trámites de inscripción. En el patio puede ver a muchos guitarristas ensayando, otros en corro veían tocar al más hábil de la clase. Las guitarras se escuchan por varios lados, por allá se oía a Leo Brouwer y más allá a Joaquín Rodrigo. Me pareció casi un paraíso, ya que en la escuela de la que venía los maestros salían enfurecidos del salón para gritarnos «váyanse a tocar a otro lado que no me dejan dar clase».
Por eso me sentí muy libre Escuela Nacional de Música, podía tocar sin miedo a que me callaran, aunque allí mejor prefería escuchar y tratar de aprender, ya que todos tocaban mejor que yo. La biblioteca de esta escuela está muy completa, aún guardo las copias de las partituras de Agustín Barrios Mangoré. Hasta la cafetería es un lugar placentero y calmado.

La primera impresión que tuve fue una agradable sorpresa de abandonar el bullicio de la calle y adentrarme en un ámbito donde el silencio del follaje se combinaba en acordes con el silencio que emanaba de los instrumentos cuando eran ejecutados. Ahí, literalmente respirabas música porque en cada momento había sonidos, acordes, voces. El aire era un poema de ritmo, métrica y armonías, en otras palabras.
Por la mañana está más despejado que por la tarde. Y lo viernes su explanadita está muy ocupada, pues las mamás llevan a sus hijos a un coro infantil y ese lugar parece una mezcla de cafetería, escuela particular, mercado y lavadero. Pero es sólo por un rato, ya después se van y todo queda en calma
Yo estuve yendo ahí cuando ensayaba para el Coro Académico de la UNAM, con el maestro Gabriel Saldívar. Pensar en la ENM me da nostalgia.

Ésta es la escuela profesional de Música de la UNAM, ubicada sobre la calle de Xicoténcatl y a unos cien metros de Av. División del Norte; es única, ya que al ir entrando por su estacionamiento de frente se encuentra un edificio que alberga casi exclusivamente pequeños salones para que los instrumentistas lleven a cabo sus largas jornadas de ensayo diario; éstos salones tienen sus paredes recubiertas de un material empleado para absorber el sonido, sin embargo es inevitable que al irse aproximando al edificio se escuche algo más que un rumor de varios y diferentes instrumentos haciendo sonidos de escalas ascendentes y descendentes, de notas buscando con tropiezos su afinación correcta.
Se escuchan también, al irse adentrando, voces de cantantes o, al fondo de un jardín lateral, las percusiones en la incansable faena que se hace notar a pesar del confinamiento de su edificio. Además de los diversos instrumentos musicales, en esta escuela se puede estudiar de manera profesional la composición o una disciplina denominada etnomusicología.

La Escuela Nacional de Música es una de las instituciones más reconocidas en la enseñanza musical a nivel profesional, aquí se imparten las licenciaturas de piano, canto, instrumentista, composición, educación musical y etnomusicología.
Entre su oferta educativa también cuenta con ciclos propuedéuticos y de iniciación musical, posgrados, cursos y talleres para el público externo.
Para ingresar se necesita realizar un examen de colocación en donde tienes qué demostrar aptitudes musicales y, después de varias etapas, sabrás si eres elegido para ingresar a esta institución.
Aquí tomé algunos talleres libres y aprendí algunas cosas, desgraciadamente el profesor de solfeo con el que cursé era demasiado informal y no aprovechamos muy bien las clases, pero las clases de canto fueron buenas, aunque tampoco me gustó que en un grupo hubiera tantos alumnos.
Te recomiendo que si no tienes conocimientos musicales y quiere acercarte a esta institución pidas informes sobre los maestros, pues unos son muy buenos y con ellos vale la pena tomar clases.
Su ubicación es excelente, muy cerca de Coyoacán y del metro General Anaya, caminando.