Cocoa Café

A veces, sólo muy pocas ocasiones, en un lugar tan pequeño que los secretos no son tan íntimos, uno puede disfrutar del consuelo de una plática, la dulce compañía de un viejito simpático, un octogenario que habla y nadie discute más ante la contundencia de sus argumentos. Él, que apenas se sostenía y sus rodillas temblaban de debilidad ―pequeñas como las piernas de un boxeador mexicano―, iba todos los días por su café negro. Él, que sus cabellos blancos parecían llevar la imagen de un sinfín de años al servicio de la sabiduría. Él, que sus ojos brillaban con los años, los buenos años. Ciertamente las palabras nunca llegarán a explicar o a reproducir fielmente lo que yo quisiera expresar, y muchas veces no vale la pena emborronar hojas y hojas. A veces, sólo muy pocas ocasiones, en un lugar tan pequeño que los secretos no son tan íntimos, uno puede disfrutar del consuelo de una plática, la dulce compañía de un viejito simpático, y un rico café.

No hay como un café caliente por la mañana para comenzar el día con el mejor ánimo y ganas, así que a diario paso a Cocoa café para arrancar el día. Les recomiendo el americano para un lunes atareado y una taza de chocolate por las tardes para platicar con tu pareja o amiga.
Por lo general el servicio es muy rápido, te atienden muy bien. Lo malo es que el lugar es muy pequeño y está sobre una avenida donde pasan muchos coches y por lo tanto hay bastante ruido, lo cual te impide hablar y tener que subir la voz para comunicarte con tu acompañante.
En promedio te gastas entre $ 20 y $ 50 por persona.