El restaurante. La cafetería. Ermita. Plutarco Elías Calles. Los coches. El humo. La calle. Los sitios donde transcurre la gente que aparece y luego se va. Las mesas afuera. Las mesas adentro. Las meseras. Las piernas gordas de la mesera. La comida. Uno, dos, tres. La cocina. La abuela en el fondo. La abuela en los años. La abuela envuelta en los sabores. El agua fresca. Los brazos troncos de la mesera. La sonrisa. La cándida curvatura de labios. Los sitios donde transcurre la gente que aparece y luego se va. La salsa. Las servilletas. Los pies inquietos. La boca ansiosa. Primer tiempo, segundo y tercero. Más tortillas, por favor. Los platillos en la carta. Lo mexicano. El café mejor afuera. El cenicero. Los humores y los humos que se los lleva la avenida. Mañana, tarde y noche. luces del alba, brillo atardecer, sombra de noche que teje su nido. El cuerpo redondo de la mesera. Alegría en sus comisuras. Lapislázuli en sus ojos. Linda. Lindo. El restaurante. La cafetería. Los sitios donde transcurre la gente que aparece y luego se va.
Iván C.
Tu valoración: 3 Mexico City, México
Este restaurante, que está a una cuadra de la Calzada Ermita, y a unos cinco minutos del Centro Nacional de las Artes; parece tener algo así como tres facetas: la que yo conozco, que funciona como un restaurante de comida corrida o a la carta; pero también es cafetería y hacia la noche es taquería, con su trompo de carne al pastor en la entrada. La señora que atiende es muy amable y atenta; la asiste una mesera también atenta, sin embargo cuando yo fui me tocó que aún no hablaba bien español(y tal vez yo tampoco); me pareció que hablaba alguna lengua indígena, y entonces algunas cosas no las entendía, pero eso es un detalle muy menor. Lo que está muy rico es la comida; yo pedí de guisado una tradicional milanesa, y siempre se agradece poder comer fuera de casa comida casera bien preparada, como la hacen las abuelitas: buen sazón, y poca grasa.