Conocí el café peregrino una vez que caminaba en domingo, sin rumbo, buscando qué hacer. Vagaba por el parque rojo cuando divisé, a lo lejos, a una compañera de la carrera, que, al igual que yo, tenía pinta de estar aburrida y de buscar algo en qué entretenerse. Enfilé mis pasos hacia ella y tras saludarnos, me sugirió me sugirió ir a un café que estaba cerca de donde nos encontramos. Ya había pasado antes por el lugar, sin detenerme, en automático; como hacemos a veces los que habitamos la ciudad. Pedimos el americano y nos sentamos a beberlo, nos acompañó el humo azul del cigarrillo. Nuestra tarde había comenzado como un peregrinaje absurdo y culminó en una taza de café y una conversación estimulante. Y lo esencial ¿qué tal el café? Excelente. Al final me convencí de llevarme a casa un cuarto de kilo. También hay menú de comidas y más variedad de cafés, pero debo admitir que no he probado otra cosa que puro café. PD: El café cambió de lugar hace poco tiempo, aunque sigue estando muy cerca del templo expiatorio, sobre la calle López Cotilla. Sólo se movió unos dos o tres locales de distancia, en el lugar en el que antes estaba el restaurant Il fiore.