Superbelén

Paraísos terrenales haberlos hailos. Y este, sin duda alguna, es uno de ellos.
Calles y calles de envases enormes de gominolas, caramelos y todo tipo de golosinas… Más estanterías de patatas y snacks… Más de dulces variados… Y otras más de juguetitos, piñatas y otros divertimentos para los enanos de la casa… Lo que yo diga: ¡un paraíso!
Me recomendaron esta tienda para comprar las chuches que acompañarían a los cubatitas de la barra libre de la boda. No daba crédito cuando entré, tienen de todo, cosas que hacía años que no encontraba y que me recordaban a esos quioscos en los que uno se tenía que aupar para que lo viera el tendero… Menos mal que iba acompañada de gente de bien y razón que me saben parar los pies cuando hago de las mías, porque si llego a dejarme llevar por mi fuerza antojadiza tiene que venir a recogernos un trailer.
Te lo recomiendo también para comprar los roscos de Reyes, están genial de precio y sabor…, en serio, anótalo que seguro que sales ganando. Igualmente es ideal para cuando tengas que celebrar eventos o si únicamente eres chuchón y te gusta tener reservas en casa. Puedes entrar sin necesidad de carné al por mayor, tus precios serán algo más altos, pero aún así ¡merece la pena!

Hará cosa de un año conocí este sitio así que podríamos decir que soy un novato. Lo que sí tengo claro es que habría sido mi perdición tiempo atrás, cuando el azúcar en vena era mi sacrosanto y el pica-​pica el agua bendita.
Esto es un templo a las chucherías, las golosinas y todo aquello que implique azúcares en todas sus múltiples facetas. Grandes cajas llenas de paquetes de patatas, de palomitas y todo lo imposible. En resumidas cuentas venta a minoristas en enormes cantidades a precios baratos.
Cuando estuve tuve que comprar una caja de patatas fritas, cada una contenía bastantes bolsas; cubos de snaks variados, dos kilos de peso; altramuces en toneladas y bolsas de cacahuetes en paquetes de cinco kilos. Aunque creía que saldría por un pico curioso sorprendentemente fue una broma lo que costó.
Pasillos llenos de múltiples golosinas donde poder comprar todo lo necesario en caso de un ataque nuclear o un cumpleaños multitudinario. Además cuenta con mi perdición las galletas Hello Panda

En mi casa somos mucho de seguir tradiciones. Una que tenemos, que repetimos año tras año, es colgar sombrillas de chocolate en el árbol de Navidad. Nos las comíamos y las dejábamos en el suelo, como si no supiéramos quién había sido, ante la «sorpresa» de nuestros padres. Mi padre compraba unas cajas enormes de estas sombrillas. Doscientas sombrillitas. Íbamos con él a comprarlas a un polígono, cerca de la avenida de Hytasa (entonces Héroes de Toledo).
Aquello era una pasada. Un supermercado en el que únicamente vendían chucherías. Todo lo que se pueda imaginar estaba en Superbelén: chocolates, gominolas, regaliz, paquetes de patatas… y todo en cantidades industriales.
Luego, con el paso de los años, la tradición de ir a comprar las sombrillitas recayó sobre mí. Y continué la tradición de ir al polígono. Y aparte de comprarlas, siempre me vuelvo a casa con alguna bolsa de cualquier cosa. Es difícil decidirse, porque aquello es enorme, y tienen de todo. Y no sólo cuando se acercan las navidades. También me acerco cuando se acerca semana santa para comprar los caramelos que reparto de nazareno. El año pasado, cuando montamos el kiosko para costearnos el viaje de fin de carrera, también nos surtieron allí.
Aunque, en teoría, son mayoristas, cualquiera puede ir allí a comprar. Para los kioskos tienen unas tarifas, y para el público en general otras. No sé muy bien cómo funciona. Aún así, resulta más económico pasarse y comprar directamente la enorme bolsa de chucherías, que ir comprándolas poco a poco en el kiosko.
Ahora que se acerca la Navidad, en pocas semanas montaremos el árbol. Un árbol en el que, aparte de los tradicionales adornos, colgarán las sombrillas de chocolate. Dulces adornos, que como año tras año, habré comprado donde siempre. La tradición es la tradición.