Hay muchos kioskos en el centro de Sevilla, y en Puerta Jerez más de los necesarios, concretamente dos. Yo siempre he dicho que el que está más pegado al río es el de los«guiris» y el que está más cercano a la actual parada de metro es el de los«sevillanos». Después de sobrevivir a hundimientos y alcaldes varios, este kiosko permanece con la esencia de siempre. Con su surtido de chucherías y frutos secos, que son los productos que principalmente consumo de este establecimiento. Y con la misma amabilidad y frescura entre los que lo regentan, cosa inexistente en el otro negocio cercano y motivo por el que creo que solo les compran extranjeros. Como los precios de la mayor parte de los artículos de un kiosko están marcados de antemano el factor del trato es uno de los más importantes a la hora de decantarte por uno. Añadiría el que tengas la posibilidad de cargar el bonobús, pero teniendo la boca de metro al lado esto se supliría bien cargando el bono de metro en la misma estación. Así que, como digo, me quedo con el trato, la amabilidad y la rapidez con la que siempre me atienden en este kiosko delante del cual paso todas las mañanas y todas las tardes. Y nunca les he visto poner mala cara a ningún cliente, sea la hora que sea.
Paco P.
Tu valoración: 5 Sevilla
En este quiosco es en donde compro mas cosa actualmente, al estar situado junto a la boca de metro que por cojones todos los días de lunes a viernes tengo que visitar rondando las ocho y media de la mañana. El mechero que se me ha olvidao en casa, el periódico, tabaco, chicles… en fin, lo típico de los quioscos. En el pasado mes de octubre, empecé a tener que coger el metro todas las mañanas, fue por entonces cuando a mi se me iluminó la bombilla, recuero que, yo estando fuera de España, salió en la web del diario de Sevilla que este quiosco se había hundido a causa de las obras del dichoso metro. Lo vi claro: «Hazte colega de este hombre que tiene que contarte como fue.» Empecé mi trabajo, comprando algo, aunque fuese mínimo, todos los días antes de montarme en el metro. Pasados unos cuantos de días, yo entendí que había llegado el momento de hacer mi pregunta: «¿Oye perdona, esto se hundió con las obras, no?» Me miró fijamente, miró al cielo y exclamó: «PPPPFFFFF!!! tu no sabe hijo la que se montó asquí!!». Por lo visto, fueron décimas de segundo lo que tardó el mamotreto metálico en verse metido en la tierra sin que nada asomase a nivel de suelo, con la madre del quiosquero dentro. Todos los«HOLA», «ABC», palotes, coleccionables y bolsas de guarrerías se fueron al «joyo» con la inocente señora incluida en un pis pas. Tuvieron que sacarlo con grúa. El establecimiento no es el mismo que hay ahora, aquel quedó para los restos. En todas estas semanas, nunca he visto a la madre del quiosquero, por algo será, digo yo.