Conocí este lugar por casualidad. Tengo un par de clientes cerca y hay varios bares de desayunos muy cerca, en la misma acera. El Harold Star no destacaba precisamente. A finales de año no tiene los veladores fuera, por el mal tiempo, así que desde fuera sólo puedes ver lo que alcances a ver por el pasillo de entrada. No tiene ventanas por las que poder echar una ojeada. En una de estas ocasiones me topé con la dueña fuera y la reconocí al instante. Era una profesora de Body Pump que tuve en el gimnasio Fitness First, el que estaba en la parte alta del Centro Comecial Los Arcos. Estuvimos charlando un rato y me comentó que estaba cuidando de su negocio por las mañanas y de monitora de fitness por las tardes, así que desde entonces paso por allí a desayunar siempre que me coincide que tengo tiempo y algún cliente cercano al que visitar. La clientela suele estar en los veladores, pero a mi me gusta más el interior, aunque sea pequeño. Se nota que al contrario de los locales vecinos éste tiene actividad durante todo el día. No me he fijado mucho pero tienen una carta de platos y tapas para almozar, y para la noche se convierte en karaōke. Ésto último se nota por la gran pantalla que tienen colgada para los videoclips, la bola de espejos y el gran surtido de bebidas que tienen en una de las paredes. Los desayunos, que es lo que he probado hasta ahora, están estupendos en calidad y precio. Por 1,80 € te tomas un café, un zumo de naranja y media tostada. La mantequilla, el paté y demás se sirve en porciones, pero no son para nada diminutas, da para dejar el pan bien cubierto. Además te dan una tarjeta que te van rellenando por detrás con sellitos en forma de micrófono. En cuanto tienes 10 te sirven un desayuno gratis, estupenda manera de conseguir clientela fija. Por las mañanas trabajan tres chicas. Si vas a los veladores te atienden y te llevan el desayuno fuera. Son bastante rápidas y amables. Yo soy más de pedir directamente en la barra y, si no me apetece ese día comer de pie, llevármelo a una mesa para recogerlo yo mismo después. Es lo que tiene haber trabajado detrás de una barra, que no le deseas a nadie tener que salir de detrás de ella sólo para recoger un par de platos cuando puedes hacerlo tu mismo.