Es un bar como muchos en esta zona. No se caracteriza precisamente por la simpatía del dueño que casi siempre está muy serio. De este bar, que no ofrece nada del otro mundo, hay que destacar algunos puntos negativos como que no tienen servicio de camarero en mesa o que no puedes pagar con tarjeta si tu cuenta es inferior a 20 €. Los desayunos son escasos y suelen venir a costar igual que en otros establecimientos cercanos. Por ejemplo, una tostada entera no es más grande que una palma de la mano y el jamón siempre se queda bastante corto. El café está muy muy cargado, el colacao tienes que servirtelo de un bote grande ya abierto… La barra de la derecha siempre está repleta de vasos y platos sucios apilados que nadie recoge. Cuando voy es porque no me queda más remedio, pero ya empiezo el día con mal pie por no tomar un buen desayuno, que para mí es fundamental.
Marta G.
Tu valoración: 5 Sevilla
Cuando eres adolescente cada nuevo descubrimiento te sobrecoge. Y eso me pasó con el Paramo, que me impactó. Es uno de mis sitios de referencia cuando me apetece andar un poquito por el barrio y tomarme algo. Me encanta que su apariencia externa no de señales de lo que te vas a encontrar en su menú porque, si bien parece el típico sitio de tapitas más bien estiradas luego tienen un poco de todo. Especialmente ricos hacen los serranitos, bien servidos de patatas fritas. Simplemente comiéndote uno ya te quedas satisfecho a no ser que comas más que una lima sorda. El precio es otra cosa que siempre me sorprende de Paramo. He ido muchas veces con diferentes edades y poder adquisitivo. Pues bien, siempre he podido comer y beber de lo lindo. O desayunar, que alguna vez también ha caído si estaba trabajando en la zona. El ambiente es familiar, acogedor. Sobretodo en ésos días de lluvia en los que te tienes que meter en un bar durante horas porque no deja de diluviar y no tienes paraguas. Esa fue una de las mejores experiencias que tuve en El Paramo porque quienes lo regentaban me trataron como si fuera de la familia, preocupándose porque no nos fuéramos bajo la lluvia y no nos hubiéramos mojado la ropa.