El bar Coli está situado en una de las calles perpendiculares a la avenida de San Francisco Javier, y es especialista en eso que podemos llamar«tapeo a la sevillana». Es decir, en reunirse con los amigos mientras se disfruta de una cerveza y se pica algo, en la barra interior o en las situadas en la calle, porque mesas, lo que se dice mesas, hay poquitas. La cocina de este bar muy de barrio es sencilla pero resultona: montaditos, flamenquines, albóndigas caseras, boquerones, muy buen adobo y, en temporada, uno de los platos estrella: los caracoles. Los precios de las tapas rondan los 2 euros y vienen bien servidas, lo que siempre ayuda a disfrutar de algunas rondas sin tener que exprimirnos el bolsillo. El Coli es pequeño y casi resultaría más cómodo quitar las pocas mesitas que hay para colocar más barras en las paredes, porque ya digo que es el «estilo» del lugar y, en realidad, a los que estamos acostumbrados a este tipo de tapeo rápido estando de pie no nos molesta. Al fin y al cabo, es un lugar«de paso»: bien para ir luego a otro sitio y continuar la ruta, bien para retirarte ya a casa porque toca comer o cenar después del cerveceo.
Álvaro B.
Tu valoración: 3 Sevilla
Según me comentaron unos amigos residentes en la zona, el Coli es campeón de España elaborando caracoles, así que ni corto ni perezoso me desplacé allí para probar un ratito este manjar de la tierra y comprobar que tal estaban estos bichitos. La verdad es que mi veredicto fue que están realmente buenos, después de una taza se te apetece otra, y después de esta un vasito sólo del caldo caracolero que tiene un puntito realmente delicioso, vamos, que si es cierto que son campeones de España preparando caracoles me lo creo totalmente. La cerveza la tienen a un euro y la sirven bien fresquita, por demás tienen frituras, y tapas frías que no son nada del otro mundo, eso sí, en temporada de caracoles –al llegar la primavera– no se lo pierdan, aquello se pone como una feria, no se cabe.
Macarena H.
Tu valoración: 5 Sevilla
Empezó siendo una tasquita con sangre encebollada, carne con tomate y tres tapas más. Poco a poco, el Coli fue creciendo. Compró los locales de al lado y construyó todo un bar. Lo sé porque mi padre, cuando recuerda sus«tiempos mozos», siempre menciona El Coli. Era el sitio de reunión de su generación, cuando no se llevaba tanto ir de discotecas, había toque de queda y el bar de la esquina se convertía en pub y after a la vez. Hoy día, es una eminencia en Sevilla en los caracoles, especialistas también en calamares del campo –rodajas de pimiento y cebolla rebozados, para quien no lo sepa-, boquerones en adobo y, por supuesto, la sangre. A dos pasos del centro de Nervión desde hace más de cuarenta años. Todo un clásico.