Bodega Mateo Ruiz

Delicious food (I had garlic shrimp and fried cod), reasonable price (9.1 euro with beer) and friendly service (He is full of witt and helpful).

Todo de excelente calidad y recién hecho delante de ti. Croquetas y tortillitas de bacalao pa reventá

Si digo que es el mejor bacalao frito de la ciudad no me equivoco. Qué barbaridad!
Me habló de este sitio mi cuñado, y le tenía ganas la verdad.
Situado en una calle, en la que sólo irías porque está el bar, a la espalda del mercado de la calle Feria, nos encontramos un sitio añejo.
Barra muy larga, cuatro mesas, barriles que contienen tinto de Valdepeñas, Olorosos y una limpieza increíble.
Cuando llegas a la barra, y piensas que el camarero es un sieso, no! El hombre es sordomudo.
Chacinas de todo tipo y de una calidad extraordinaria, ensaladilla y todo tipo de montaditos, y por supuesto, la tapa estrella: el Bacalao.
Lo reboza delante de ti, harina finísima y un aceite que cambia regularmente, una maravilla, receta de las antiguas.
No es barato pero por la calidad que ofrecen merece la pena.

Poco más puedo comentar, tras las ocho reseñas que me proceden. Sí, soy un admirador y es tan bueno como dicen. Con esto debería bastar.
Conocí la taberna del «mudo» hace un par de décadas. Evidentemente no uso el término mudo de manera peyorativa. Tanto el dueño, como sus dos hijos son sordomudos. Como bien han reflejado todos mis compañeros, esta característica del personal, hace que el silencio se escuche. Y esto en un bar en nuestra ciudad es un milagro. A mí particularmente el ruído me enerva y me genera malestar, por lo que es uno de mis sitios favoritos.
Siempre que estoy por la zona, y llega la hora de la cena, me planto en el primer hueco que tenga. Le han hecho una reforma, pero han conseguido mantener la atmósfera de tasca de toda la vida, pero con una limpieza exquisita.
En cuanto a la comida, todo está excepcional, no es barato, pero todo es de primerísima calidad. Destaco el bacalao en cualquiera de sus modalidades, sobre todo frito. Una de mis debilidades son los huevos de chocos, un poco pesados, pero están tremendos. El podium lo termina la ensaladilla, a los que os gusta este manjar, tenéis que probarla aquí. Tiene un toque añejo muy particular.
He leído que hay que ir sin prisas, pero es que creo que a todos los locales se ha de ir sin prisa. Sobre todo si vas a comer, la comida hay que disfrutarla y saborearla. Habré ido decenas de veces y no he percibido que el servicio sea lento.
Buon Appetito.

Otro de los sitios con solera de Sevilla que va directo a mi lista de «lugares auténticos» de esos que nunca se deberían perder, y al que me gusta volver siempre, como si me lo encontrara por casualidad cada vez y lo volviera a disfrutar como la primera.
Generaciones han pasado por aquí, desde los años 40 que existe esta Bodega que antes tenía puerta de acceso por la Calle Feria y cuya entrada actual, era el almacén y despacho de vinos. Hoy en la parte principal hay una entidad bancaria y la bodega ha quedado en este lugar al margen del turista y de las aglomeraciones, aquí lo que encontrarás son parroquianos de toda la vida.
Esta regentado por un señor sordomudo, lo cual hace que sea un lugar muy tranquilo, pues todo el mundo respeta ese silencio interior. Es un lugar que habría que inscribirlo sin duda en el «movimiento slow». Aquí hay que venir sin prisas, tomarse un vinito o una cerveza bien fría y disfrutar de ese maravilloso bacalao frito que sirven

Un sitio tradicional, sin florituras, pero donde puedes tomarte uno de los mejores bacalao de Sevilla, de una calidad excepcional y con un rebozado y fritura que le da un punto excelente. Eso sí, bien cobrado, porque la ración, aunque abundante, sale a 18,50 €. Pero merece la pena.
Os recomiendo también los huevos de choco fritos a 5 – 6 € la ración que están buenísimos también y con el mismo rebozado del bacalao. También disponen de montaditos y el bacalao en otras variedades.
Eso sí, es necesario que os arméis de paciencia pues el servicio no es precisamente su fuerte.

El bacalao está muy rico y la cerveza muy fresquita. Al principio puede chocar un poco que quien te atienda sea sordo, pero no debería ser destacable, consiguen que la comunicación con sus clientes sea estupenda.

Hay sitios peculiares, y éste es uno de esos. A veces lo de peculiar pasa factura para mal, pero aquí para bastante bien. Lo que hace diferente a este lugar es su silencio, contagiado por la familia que lo regenta, ya que son sordos. En una señora tasca de Sevilla el bullicio suele ser bastante mayor, así que si quieres ambiente cañí con un punto más relajado… ¡no te la pierdas!
La ensaladilla es de diez, y no lo digo yo, sino los expertos ensaladilleros que me acompañaban. Además, también está muy rico el pulpo y su especialidad es el bacalao. Si no vienes con mucha hambre, opta por las almendras fritas con la cerveza para disfrutar de un sabor de tasca total.

De este local destacaría tres cosas:
Una, el ambiente tranquilo que se respira. No sé si es porque la familia que lo regenta es sorda, pero es un bar por lo general silencioso. Al menos en comparación con el resto de bares de Sevilla. Y eso se agradece. El local es clásico, con las paredes llenas de fotos de la antigua Bodega, que en origen llegaba de Palacios Malaver a Feria. Todo es auténtico. Bueno, todo menos las vigas de porexpán imitación madera del techo. Pero hasta eso ayuda al ambiente castizo del lugar.
El segundo aspecto a destacar es la profesionalidad del servicio. Este hombre es el Clint Eastwood de los camareros sevillanos. De una eficacia asombrosa. Es sorprendente como en ocasiones él sólo atiende el bar lleno.
La tercera cuestión, y tal vez la más importante: la calidad extrema de los productos y las tapas. El bacalao, noruego de calidad suprema. El jamón, de lazo. El queso, no sé de dónde es, pero es un espectáculo si os gusta el queso añejo. Y la ensaladilla –de gambas– es sencillamente insuperable. La carta es corta, pero este hombre no tiene nada malo.
Si os gustan los clásicos bares sevillanos, no dejéis de ir.

Si quieres comer un buen bacalao y disfrutar de una velada tranquila, no debes dejar de visitar la Bodega de Mateo Ruiz (y familia), o como bien dicen, los Sordomudos.
Negocio familiar especializado en el bacalao, que también venden al peso, de primerísima calidad directamente de Islandia, a un precio que suele rondar los 25 euros el kilo (no demasiado caro). Bacalao frito, en aceite, al ajillo son sus especialidades (8,5 euros la ración).
Aunque sin duda no te puedes ir de este mesón sin probar el bacalao en cualquiera de sus formas, la mojama, el pepito de gambas (tienen de mil tipos) y el pulpo son opciones diferentes que también están buenas y pueden ayudar a completar tu cena.
No te olvides tomar un tinto valdepeñas de la casa, que aunque tiene cuerpo, acompaña bien al bacalao.

Lo que más me gusta de este bar, porque resulta bastante asombroso: el que nadie alce la voz y el tono general sea casi un susurro. Se debe a que Mateo y su hijo, que le ayuda en el bar, son sordomudos y la clientela casi sin darse cuenta empatiza con ellos. El tono bajo y la poca prisa son elementos que chocan un poco en una bodega y hacen de ésta un sitio especial.
Por lo demás, el Sordomudo (como también se le conoce y no es por falta de respeto) es un local con mucha solera, un negocio con varias generaciones vinculadas a él, en las paredes puedes ver fotos que lo atestiguan. El fundador de la bodega fue el padre de Mateo, quien la abrió a principios de siglo y por aquellos años teníà la entrada en la calle Feria. Dicen que fue él quien probablemente introdujo en Sevilla los vinos de Valdepeñas, uno de los cuales sirve Mateo como vino de la casa (no dejes de probarlo).
Es verdad que las tapas resultan un poco caras porque están cocinadas con productos de primera calidad y yo también voto por el bacalo frito como plato estrella. Es un buen lugar para ir en grupo, para celebrar algo en un sitio que, si vas temprano, sabes que no va a estar atestado (aunque a veces se llena) y también, claro, para sostener conversaciones íntimas, acordes con el murmullo generalizado.

Es un bar distinto a todos por una razón poco esperada para quien lo visita por vez primera: Mateo y su hijo, los encargados de atender su barra, son sordomudos de nacimiento. El servicio es más lento de lo habitual; hay que ir sin prisas, las excelentes tapas y el Valdepeñas insuperable compensarán la espera.
Conocí Mateo una noche en que andaba junto a mi novia y unos amigos viendo una procesión por la zona y me encantó. Hace ya dos años y puedo decir, sin miedo a exagerar, que desde entonces he ido todos los meses. También puedo asegurar que nunca he bebido allí nada que no sea el citado Valdepeñas de la casa. Es, sin dudarlo, el mejor tinto de este tipo de Sevilla y lo sirven muy fresquito y en pequeños vasitos (lo que en Madrid llaman chatos, creo). Todo está bueno aquí, son productos de mucha calidad y por ello algo caros para lo que puede suponerse (es un establecimiento grande, con mucho fondo y varias mesas, pero tipo bodegón). La estrella es el bacalao frito, que preparan rebozado con una mezcla secreta en el mismo instante. Está riquísimo, pero a mí me gustan mucho también la tortilla de jamón (como las de casa), el montadito de atún y el pulpo «a lo Mateo».
Curiosamente, en Mateo nadie eleva el tono de voz, lo cual es algo digno de valorar en una ciudad donde la gente grita tanto en los bares. Mientras más veces vas, mejor te entiendes con Mateo y su hijo. Hay parroquianos que mantienen con ellos largas conversaciones sin palabras.