Antonio el Pipa

La pescadería de Antonio «el Pipa» está en el Mercado de Triana. Para mí, comprar pescado es una cosa muy seria, algo así como ir a misa, una liturgia. Porque con el pescado, si no eres un entendido, no es fácil acertar, y te la pueden dar con bacalao.
Yo confío ciegamente en Antonio. ¿Por qué? Porque mi madre confiaba ciegamente en el padre del Pipa, y ésta es una de esas cosas que se heredan sin notarios de por medio. Le compro porque mi madre le compraba, y esa es la mayor garantía.
El puesto de Antonio no es de esos que tienen una variedad inmensa de pescados que cuando los ves no sabías ni que existían. Él tiene lo que tiene que tener, lo que considera que debe de tener, lo que sus clientes le demandan. Así encontramos en su puesto fresquísimas merluzas, deliciosas acedías, salmonetes afrodisíacos, boquerones vitorianos, caballas, doradas, gambas seleccionadas, calamares, bacalaíllas, caella, pez espada, atún… y mejillones y cañaíllas, según le parezca a él. Y pare usted de contar. No es Antonio de tener mucho marisco, no, la verdad, pero sí de tener todo el pescado de excelente calidad para arriba, por la gloria de mi madre.
¿Los precios? Ajustados a las necesidades del cliente, pero sin perderle él el dinero, claro está.
Además, mientras espero mi turno, hecho un buen rato con las bromas que gasta con sus clientes, con los tenderos de enfrente o conmigo mismo… «¿Qué pasa, sobrino?» Es mi tío adoptivo, pescadero con gracia trianera cien por cien.