Eran las 9 de la mañana y yo seguía en casa. Otra vez iba a llegar tarde a las clases prácticas del coche… Mi profesora iba a matarme. Salí corriendo hacia el altozano, que era donde normalmente quedaba con ella, con el estómago vacio que parecía que iba a comerme a mi misma. Y cuando llegué. no estaba — Esta se ha cansado de esperarme y se ha ido hoy sin mi!!! ¿Ahora que hago? Así que la llame. Y la suerte me hacía un pequeño guiño: Mi profesora se había retrasado también y iba a tardar en llegar unos diez minutos. Y mi barriga hablando y cantando… creo que hasta el turista más madrugador de Sevilla habría escuchado esos rugidos de estómago. Entonces lo vi allí y encima abierto. Me faltó tiempo para ir, pedirme una tostada y un colacao y sentarme a desayunar mientras esperaba a mi profesora. Si me sentó bien el desayuno, mejor me sentó aun que el camarero al verme allí sola y mirando para todas partes se acercara de vez en cuando a darme un poco de conversación. Al final acabé diciéndole: — ¡Cobrate ya que cuando llegue mi profesora voy a tener que salir corriendo!
Álvaro B.
Tu valoración: 3 Sevilla
La vida comienza a rondar las calles de Triana y es en ese momento cuando el bar Altozano levanta su baraja dispuesto a darle de desayunar a todo el que se ponga por delante. Resguardados dentro del local o a la intemperie en su terraza, podemos disfrutar de buenas tapas y cervezas durante todo el día. Suelo ir con amigos a tomar allí alguna ronda de Cruzcampo viendo el ir y venir de los turistas por la calle Betis o como se asoman por el hueco situado a la altura del corazón de la estatua torera de Juan Belmonte, por el cual puede divisarse la Giralda sevillana al otro lado del río. Un bar para beber y comer a muy buen precio, sus montaditos están de cine al igual que sus guisos caseros, además baratos y bien«despachaos» como decimos aquí. Pidan alguna tapa fría durante las horas mientras el sol comienza a caer hacia ese lado del Altozano, beban y disfruten que están en Triana, y eso no es cualquier cosa.
Antonio Miguel G.
Tu valoración: 3 Dos Hermanas, Sevilla
Mis amigos y yo tenemos una tradición que procuramos cumplir escrupulosamente cada año, el día de Nochebuena. A media mañana salimos con la intención de pasarlo bien: almorzamos juntos y luego nos vamos de copas, a tomar café, a merendar o lo que se tercie. Hace un par de años, tras un paseo por la calle Betis, nuestros pasos nos llevaron a la plaza del Altozano. Hacía mucho frío, pero el día estaba muy despejado. Los veladores estaban llenos hasta la bandera, pero vimos una mesa libre en este bar. A priori no nos gustó la pinta(es el típico bar de barrio, su barra metálica, su interior estrecho, y su suelo sucio… de los bares de los de toda la vida), pero no había otro sitio, y el hambre comenzaba a apretar. El trato de los camareros fue cercano, e incluso bromearon con nosotros. Pedimos varios montaditos cada uno, un par de rondas, y varias cervezas. Es cierto que las apariencias engañan, porque la cocina al menos funciona estupendamente. Allí sentados, reposando el lote de comer que nos pegamos, empezamos a proponer ideas para ver dónde nos tomábamos el café, y empezó así una aventura que nos llevó a merendar unos auténticos mantecados de Estepa, precisamente en el pueblo en que los hacen. Pero eso es otra historia que no viene al caso. Otras veces que he pasado por allí por la mañana he parado a desayunar. Sinceramente, es mucho más recomendable pasarse a la hora de la cervecita que a la de la tostada.