La panaderia llamada panaderia es una panadería. Sorprende ver en el absolutismo asiatico que se han convertido las tiendas de alimentación de barrio a unos españoles. ¡¡¡Una tienda de alimentación cuyos dueños no son de nacionalidad china!!! Pues sí, todavía existen. Y ojo que nada tengo contra los chinos que buen servicio me prestan, bien que me tratan los de mi manzana, que me saludan y todo cuando nos cruzamos por la calle(más que muchos vecinos). Lo extraordinario, ya se sabe, sorprende. Elementos carpetovetonicos al margen, es un trauma terrible mío el tener que enfrentarme a una máquina de cajero automático(las del metro incluidas) que acepte billetes cuando sólo tengo uno de 20. Sabes de antemano lo que va a pasar. Aparcar te cuesta 1,25. Odio reciproco. La máquina te odia a ti y tú a ella. Sabes que te va a devolver 18,75 de cambio y no en monedas normales. No! esa la reservará para los clientes VIP. En monedas de 1 € en el mejor de los casos. Así conocí la panaderia. Una de tantas veces que visitaba los juzgados de lo Social –que antes estaban justo enfrente– para conseguir algo de cambio para el parking. Hay que sumarle que soy un goloso y llevaba más hambre que vergüenza. Total: compre una deliciosa palmera de chocolate. Las mejores que he probado nunca más en mi vida. Tanto es así, que sólo he encontrado otra pastelería con una palmera similar. La palmera era la perfección hecha dulce. Tierna, no correosa, con la cobertura de chocolate de los donuts fondant. Dulce, muy dulce, con un chocolate que se deshacía en mi boca. Para mi desgracia, trasladaron la sede de los juzgados de lo social a Princesa, 5. Para mi alegría, descubrí que la otra panadería/pastelería que tiene la palmera de mis desvelos se encuentra enfrente del Bora bora, regentada por argentinos que tiene además unos dulces de leche y unas bayonesas… aunque eso ya es otra historia.
Rafael L.
Tu valoración: 5 Madrid
Aunque esta panadería de nombre tan elocuente me pilla cerca, la he descubierto hace muy poco. La primera vez que vine pedí una barra y unos chicles. El panadero anciano me puso la barra y, a modo de disculpa, inició un discurso sobre el sabor de los chicles que tenía: «yo que siempre he trabajado en Trident, ahora no sé por qué sólo tengo sabor fresa… es una pena después de tanto tiempo…» Le dije que no se preocupara, que me gustaba el sabor fresa. Pero él siguió con su lamento, casi como si yo no estuviera delante. No quise preguntarle qué quería decir con lo de «he trabajado en Trident», si había trabajado en la fabrica de chicles o qué. El hombre me pareció encantador, y la barra estaba muy buena. Así que ahora, cuando puedo, compro el pan aquí.
Miriam N.
Tu valoración: 5 Madrid
Una panadería de barrio, de las de todas las vida, de esas que entras y huele a pan y bollería recién echo. Con esta descripción a cada uno de nosotros se nos vendrá a la cabeza la panadería a la que todas las mañanas vamos a comprar el pan, esa que está al lado de casa o que nos pilla de camino cuando volvemos del trabajo. En mi caso quiero hablar de la que está justo al lado de mi lugar de trabajo, todos los días compro el pan allí. Aunque lo que más de gusta de ella es la bollería que tiene, los bollos, donuts o pepitos de chocolate están de vicio. Además vende sándwich y bocadillos preparados para cuando vas con prisas y tiene una empanada gallega que una vez que la pruebas no puedes dejar de repetir. Se llama panadería, no pone ningún nombre en el rótulo, sólo panadería, pero la conocerás porque está al lado de la farmacia de la calle Hermani y porque la mujer que te atiende es un encanto.