La Cebada Casa Antonio

Es que las sidrerías son mi debilidad, siempre que vamos por la La Latina, allí nos tomamos una sidrina, es importante la N, porque si pones Ñ, parecerías de fuera ;-).
La comida no está mal, he probado mini cachopos de varios sabores y son aceptables, tampoco ninguna maravilla, pero con sidra saben bien, las patatas al cabrales también están buenas.
Con la consumición te ponen un aperitivo, normal sin grandes alardes.
No es el mejor asturiano de Madrid, ni de lejos, pero se agradece que haya uno por esa zona donde poder degustar ese maravilloso líquido manzanero.

que rico la tabla de cachopos variados! impresionante la cantidad de comida que nos pusieron!
y la botella de sidra por 4 euros lo mejor para acompañar tanta comida.

Lo conocí en una cachopoda y me sorprendió lo bueno del cachopo aunque nada tiene que ver con algunos Asturianos. Sin embargo volví otra vez con unas amigas y está vez, a parte de que se olvidaron de la reserva y nos tuvieron esperando más de una hora, es cierto que nos atendieron muy bien y nos compensarán invitando a las bebidas y a las primeras 2 rondas de sidras.
El cachopo no está mal, he probado el tradicional y el de cecina. El de cecina decir que con la grasa que suelta no le tienen pillado el punto al rebozado y queda algo blando. Las tapas: arroz con bogavante, paella o las patatas al cabrales, están muy buenas, especialmente estas últimas, en su punto de nata. Deliciosas.
El problema del local es el poco espacio y que se nota cierta falta de organización. Aunque nos atendieron bien alguno de los camareros ponía mala cara y eso no suele gustar especialmente si al jefe se le olvida tu reserva.

Me temo que no salí demasiado convencido de este sitio. Fuimos un grupo de amigos a celebrar una cachopada y, de partida, la cosa no empezó bien, porque quien tomó la reserva decidió, sin consultar a la persona que reservó, sentarnos en la terraza, un día con un sol de justicia que, literalmente, abrasaba. Yo, pese a la sombrilla, acabé sofocado.
No nos atendieron mal, eso que vaya por delante. EL camarero de la terraza intentó que nos pasaran adentro pero no fue posible, y se desvivió por nosotros.
CUando llegaron los cachopos, bueno, yo no había comido nunca ese plato, y lo ataqué con ilusión y ahinco. Probé dos, uno con jamón y paté y otro con cecina. EL primero, bien, el segundo, demasiado acido de sabor. Además ese en concreto estaba… diferente, el empanado era como blando, más grasiento.
Los demás comensales opinaron de forma variada. Uno de los cachopos se quedó casi entero encima de la mesa ya que estaba casi crudo, en cambio otros gustaron… el sabor que boca que nos dejó la comida fue irregular. Disfrutamos de un rato agradable entre amigos, pero en unas condiciones bastante desagradables, y la comida no pasó, de media, de un bien.
Francamente, no voy a volver. Tal vez la experiencia mejore comiendo dentro, frescos y sin agobios, pero no creo que merezca la pena intentarlo

El otro día fuimos aquí a probar cachopos, y la verdad es que tengo sentimientos encontrados. Empezaré diciendo que a mí, personalmente, me gusta como idea que los cachopos tengan diferentes rellenos. Me parece interesante, al menos, como una especie de vuelta de tuerca, a forma de diferenciación.
Éramos 13 personas, y nos pusieron en la terraza. Nos dijeron que lo habíamos pedido, pero quien había hecho la reserva ni siquiera sabía que había terraza, así que no sé muy bien si fue un error, una falta de entendimiento, o si simplemente, como el interior estaba lleno, decidieron ponernos ahí sin más. La verdad es que cayendo el sol como caía aquel día en Madrid, pues no apetecía mucho situarse en la terraza, pero como éramos un buen puñado y habíamos venido expresamente a probar el cachopo, decidimos quedarnos, también porque a ver dónde te metes a las tres de la tarde de un sábado un grupo tan numeroso.
Total, que nos sentamos, nos trajeron cervecitas, y dijimos que habíamos ido a por el cachopo. Yo no lo sabía, pero por lo visto había una oferta porque era la semana del cachopo, que incluía entrante y cachopo y guarnición. Pero nuestro entrante estuvo desaparecido en combate, así que no sé. Quizá deberíamos haberlo dicho, pero también podría haberlo hecho el camarero.
Sí le agradezco al camarero, no obstante, que me dijera que tuviera cuidado con las cantidades. Como podéis ver en las fotos, comparándolo con un Metrobús, el cachopo es gigantesco. Nosotros pedimos uno con cecina y otro con chorizo, y como dicen mis compañeros, es verdad que el empanado era un poco raro. Sí es verdad que estaban un poco ácidos, pero yo lo cierto es que me comí mis dos trozos, así que tampoco puedo decir que no me gustara. ¡También es verdad que estaba hambriento!
Para digerir semejante cantidad de calorías, eso sí, nos pusieron una botella entera de crema de orujo de la que dimos buenísima cuenta. ¡A mí es que me encanta la crema de orujo, no lo puedo evitar!

Volví a Casa Antonio a otra espicha y ya por fin vine en otro momento a probar el cachopo. Esta última visita hace que mi idea del bar cambie totalmente, todo lo que había probado en las espichas estaba buenísimo pero el cachopo…
Venía avisada por un amigo del cual me fío bastante en un tema como éste y las dos cosas negativas de las que me habló fueron iguales: el cachopo es grasiento y los rellenos son extraños.
El empanado para más inri es inexistente, no hay pan rallado, no hay una cobertura crujiente, hay algo que tiene una pinta rara.
Yo compartí unas croquetas que estaban muy buenas (el punto que le puedo dar a la experiencia) y una tabla de mini cachopos (los únicos que tenían algo que se pudiese asemejar a un empanado), así para variar. De la tabla no me gustó el sabor de ninguno (eran 4) y dos sabían ácidos. No sé porqué y prefiero no pensar más en ello.
Las patatas y los pimientos del Padrón muy bien.
No sé si volveré a tomar unas cañas, unas croquetas, a una espicha… pero desde luego a comer cachopo no.

Aunque ya había sido avisado de que los cachopos de este sitio no eran muy buenos, quisimos darle una oportunidad porque parecía imposible que una cosa tan buena saliese mal; por desgracia, estábamos equivocados: no solo es que estuvieran malos de sabor, es que ni siquiera estoy seguro de que estuvieran en buen estado.
Pedimos un cachopo de cecina y queso de cabra para compartir. Cuando llegó nos dimos cuenta de que el aspecto era extraño, como si el empanado fuera más bien un rebozado leve, ya que se veía perfectamente el relleno a través, justo como cuando en «Los Simpson» frotan una hamburguesa contra un muro y pueden ver el exterior. Después pudimos comprobar que el filete estaba prácticamente crudo y lleno de hebras y que el sabor era ácido, así que nos dejamos dos terceras partes. Probamos otro de otras personas que tenía chorizo en vez de cecina y este estaba un poco mejor, pero seguía sin ser correcto del todo, y los minicachopos que también andaban por ahí soltaban un suero extraño cuando los pinchabas y los cortabas, y nos corroboraron que el sabor tampoco se correspondía con nada de esta tierra. Vamos, que muy mal en este aspecto (aunque dicen que las croquetas estaban bastante buenas y las patatas fritas lo estaban ciertamente).
Si a esto añadimos que no nos ofrecieron la oferta de la Ruta del Cachopo (que incluía un entrante por el mismo precio y que obviamente se ahorraron), que teníamos una reserva y nos pusieron en una terraza donde el sol nos asfixiaba porque se empeñaron en que habíamos pedido allí (cuando era falso), que dicha terraza era atendida poniendo las consumiciones encima del cubo de basura del Mercado de la Cebada y que las formas del camarero eran más propias de un pastor de cabras de Oriente Medio (y que me perdonen los mismos), creo que es un sitio para no olvidar pero por las razones equivocadas. Ni la frasca de crema de orujo que nos pusieron al final salvó la experiencia, una auténtica pena.

Si quieres visitar Asturias en pleno barrio de La Latina, éste es el lugar indicado.
Visité este local gracias a que me invitaron a una de las famosas «Espichas», la típica reunión asturiana donde se bebe sidra y se degustan platos de la tierra. La tradición viene de celebrar el momento de «espichar», que es abrir un barril de sidra después de que haya fermentado el zumo de manzana.
La espicha empezó con una cata del queso «La Peral» (leche de vaca) con sidra natural y a continuación un «Gamoneu del Puerto» (lecha de vaca, oveja y cabra) con Sidra Poma Aurea. Los dos maridajes estaban exquisitos, pero personalmente me quedo con el segundo porque el queso tenía un sabor mucho más intenso (parecido a un queso azul) y la combinación con la sidra era sencillamente perfecta. Además debo decir que el queso Gamoneu se produce en dos variedades: puerto (escasísimo) y valle. Así que probar un queso tan cotizado como el Gamoneu del Puerto fue todo un lujo.
A continuación empezaron a sacar raciones de empanada, jamón, lacón, tortilla de patatas, croquetas y montaditos. Los camareros iban sacando bandejas y las dejaban en las mesas para que cada cual cogiera lo que quisiera. Todo ello regado con barra libre de sidra natural. Y finalmente el postre, crema de requesón asturiano con miel. Estaba tan bueno que repetí, y eso que estaba llenísima después de la gran cantidad de comida que sirvieron.
Además del festín, he de destacar la atención del personal del local, que fueron muy serviciales en todo momento. Además iban explicando el origen de cada uno de los productos y estuvieron dispuestos a enseñar a escanciar sidra a todos los asistentes. Tal y como me explicaron, es importante tanto el proceso de escanciado como beber la sidra justo después de haberla servido. Si no, el sabor no es el mismo. ¡Os animo a hacer la prueba!
El precio de la espicha es de 20 € por persona, y una vez finalizada ofrecen copas a 4 €. Si tienes la ocasión de asistir a una de estas espichas, te aseguro que acabarás entonando el «Asturias Patria Querida».

Asturiano en Madrid. Muy agradable sentarse en la terraza y disfrutar de unas tapas regadas con sidra o cerveza. En función de la gente que tengan a veces es complicado conseguir que te atiendan.

Un día de rastro llegué aquí emocionada al ver una enorme bandera asturiana pintada en la fachada y qué sorpresa me llevé al entrar… En las paredes se podían ver panoyes de maíz y madreñes pero también había una decoración que te hacía pensar que estabas en plena feria de San Isidro, todo muy castizo. Esta mezcla de por sí ya me resultó muy chocante pero fue el hilo musical el que lo remató; música cubana y salsa en un bar que, aparentemente, era asturiano. Quise irme en cuanto lo asimilé todo.
Unos domingos después volví para darle una segunda oportunidad y lo cierto es que mi opinión cambió completamente. Tiene un ambiente bastante agradable y todas las veces que he ido estaba a rebosar de gente. Mesas reservadas, gente comiendo y cañas acompañadas de langostinos hacen de Casa Antonio un lugar muy llamativo si bien, lo de que haya sitio reservado un domingo a mediodía lo hace un poco incómodo puesto que no es un bar demasiado amplio y se hace complicado poder tomarse la caña sin que te den algún que otro empujón.
Aún así, es una parada obligada cada vez que doy un paseo por El Rastro.

Came in here as one of my companions wanted cider. This is dispensed
from a barrel fitted to the top of the bottle which sends a couple of
jets into you glass which should be held very low to aerate it. The done
thing is to only drink about an inch at a time. It is a very dry drink
hence the ensuing avalanche of food which complimented it very well.
Roast potatoes in a blue cheese sauce, prawns served cold, Bright and
airy and popular with locals

Solamente he ido un par de veces a esta taberna, haciendo ronda de domingo por los bares de La Latina.
Me ha gustado mucho el ambiente y el buen rollo que desprende este sitio, ponen buena música y buenos aperitivos con las cañas, lo malo es que está siempre hasta la bandera y como vayas en grupo tienes que hablar a gritos y estar apretujado.
Por lo demás, me gustaría saber un día que esté más tranquilo para poder disfrutar de su ambiente más tranquilamente.

Me encanta esta mítica taberna madrileña y castiza como pocas, con sus azulejos y su flamenco, sus cañas y sus tapas. Me encanta a cualquier hora del día, también por las tardes, pero lo prefiero los domingos por la mañana, mejor dicho a mediodía, después del rastro. Recuerdo maravillosos aperitivos de domingo aquí, cuando la calle se ponía hasta arriba de gente tomando el sol. Cuando me encontraba con mis amigos del barrio, con los de Mägo de Oz y con tanta gente… Cuando nos poníamos hasta arriba de cañas y acabábamos bailando flamenco dentro, en pleno mogollón… Cuando ponían cuencos de pipas y no podías parar de comer pipas mientras bebías cerveza. O cuando intentábamos comer al fondo, en las escasas mesas que hay, y teníamos que esperar y esperar, mientras nos peleábamos con Bibiana Fernández (entonces Bibí Andersen) y su entonces novio, Asdrúbal. Valíà la pena porque aquel arroz estaba de muerte… Y supongo que sigue estando, porque ahí sigue esta taberna con dos nombres, como si los años no pasaran, como siempre…