Vas andando por la calle Infantas, dirección a la manifestación del Orgullo Gay y te mueres de sed. Paras en una barra cualquiera y pides un mini de cerveza, para refrescar el gaznate. Te cobran cinco euros. Diez metros más alante, un jovenzuelo te ofrece dos de cerveza por ocho euros. Y maldices un poco tu mala suerte, porque por tres euros más, te habrías llevado dos en lugar de uno. Bueno, en realidad, simplemente te hubiese costado el mini un euro menos, pero cuando hablamos de cerveza, la diferencia de un euro es sustancialmente relevante. Total, que cuando volvíamos, exactamente por la misma calle, obviamente paramos aquí. Yo había estado varias veces cuando este lugar se llamaba de otra forma, siempre en días de diario, de esos que cuesta encontrar algo abierto. Lo primero que me llamó la atención es la decoración, que ha cambiado un poco: en el local ahora mismo impera el horror vacui, y casi cada centímetro de pared está plagado con algún tipo de decoración. Por suerte para ellos, la publicidad que estaban haciendo en la calle estaba funcionando, y estaban poniendo minis de mojito a cascoporro. Nosotros entramos a por nuestros dos de cerveza, y tuvimos la mala suerte de que tardamos casi treinta minutos en hacernos con ellos. Y no porque hubiera muchísima gente(algo había, pero desde luego nada para justificar tanta espera) sino porque los minis, simplemente, tardaron. Y al final lo que piensas es «por un euro más, me había evitado estar aquí esperando treinta minutos». Al fin y al cabo, todo depende siempre de cuánto valores tu tiempo.