Madrid, domingo y una tarde espectacular. Encontrar una terraza es casi una misión imposible, qué os voy a decir. Sin embargo, ¡tuvimos bastante suerte! En este sitio del que yo no había oído hablar en mi vida había una mesita, y estaba bastante animado. Nos sentamos y pedimos unos cuantos dobles, tintos de verano y un mosto. ¡De todo, oiga! El camarero era muy simpático(y el tío se conocía a todo el mundo, era increíble) así que terminamos pidiendo allí unos gin tonics y todo, que la noche es joven. No se va a convertir en mi bar de cabecera, para nada, pero la realidad es que la terraza tiene bastante rotación y me queda cerca del barrio, así que no descarto terminar allí un día cualquiera, aunque sea de rebote.