Los fines de semana que estoy de resaca, tengo dos alternativas. La primera es cocinar«pasta de resaca», una pasta infecta en la que, para la salsa, vale cualquier cosa que esté en la nevera y no esté caducada. Generalmente lleva tomate, atún, unos champiñones que sobraron en no sé qué, unos tacos de jamón que compré un día y todavía no he usado… Cosas así. Un auténtico esperpento que termina tomando forma en una especie de pasta radiactiva un tanto repugnante que –eso sí– suele apaciguarme el dolor de cabeza provocado por el alcohol. La opción número dos es sacar mi móvil, abrir la app de La Nevera Roja y mirar a ver qué puedo comer que tenga ingentes cantidades de grasa y me traigan rápido. El otro día me puse creativo, y decidí pedir a Burger House por primera vez, porque me apetecía muchísimo una hamburguesa. Aunque he de decir que lo hice sin mucha fe, pensaba que llegaríà la típica hamburguesa semi industrial que no estaría rica. NADAMÁSLEJOSDELAREALIDAD. Según cogí el recipiente de poliexpan en el que veníà la hamburguesa, noté que el olor que llegaba a mi pituitaria era el de una carne rica, bien macerada, con fundamento. Y eso ya es un triunfo. La hamburguesa estaba MUYRICA, la carne está muy bien, y añadiéndole un par de extras tipo bacon y tal, el resultado es espléndido. Por otro lado, la ración de patatas es enorme. Son de bolsa, pero tampoco están malas, y son tantas que al final ayudan a calmar el hambre de borracho. Todo esto más una bebida sale a unos 10 €, que es el mínimo por el que entregan a domicilio. Ni qué decir tiene que me he convertido en un cliente regular ya…