Este puesto es casi ya monumento histórico de Madrid. Perritos y gofres, ambos riquísimos. Yo siempre que pasaba por aquí no podía resistirme a los gofres. Desde que vivo cerca, parece que ha perdido su encanto. Pero que yo lo tenga muy visto no significa que no te lo recomiende. Su situación es ideal si te vas a pillar las entradas para un concert en fnac y quieres esperar la cola dando la nota comiéndote un gofre o manchar las cosas de las tiendas con el, nada fácil de comer, gofre. Pues eso, que creo que no va a ser la última vez que pase por allí
Ana L.
Tu valoración: 4 Madrid
Probablemente sea uno de los lugares más míticos de Madrid, aunque claro, del Madrid de patear, parar a repostar, seguir adelante; del Madrid de ir corriendo, de comer de pie, de estar de compras… Pero también del Madrid del«remember», lo digo porque cuando era pequeña y había cambio de temporada, mi madre nos arrastraba a mi hermana y a mí por la calle Preciados para comprar los vaqueros todo terreno y los jerseys de cuello vuelto, pero claro, parábamos a comer un perrito en el Bravos. Cuando terminaba la jornada… uuummmhhh… ¡Merienda! Y, claro, era un gofre en el Bravos. Este rincón de comida rápida lleva más de 30 años en el mismo sitio, alimentando a todas las generaciones de niños que son arrastrados a comprar la ropa de temporada, a los adolescentes que pasan las tardes de sábado viendo los escaparates del Bershka, a las parejas que van a ver la película de estreno en los cines Callao y, sobre todo, a los dependientes que salen a disfrutar de sus cinco minutos de descanso. El personal es amabilísimos y los precios comedidos para el lugar donde se encuentra, pero eso no importa, es un sitio imprescindible, porque te ayuda a recordar otros tiempos, porque la comida, aunque no sea la mejor, te sabe a gloria y porque te permite conocer la calle más corta de Madrid, la calle Rompelanzas, con la que hace esquina.
Andrea A.
Tu valoración: 4 Madrid
Este puestito da la vida cuando llevas toda la tarde de compras por el centro. Sus gofres con chocolate están para morirse, eso sí, como es de comprar y llevarse te puedes enguarrar bastante comiendo eso por la calle, pero da igual, cuando las tripas rugen y te acuerdas del Bravo’s, te da igual ir llena de chocolate por la Callao. El perrito caliente me ha salvado la vida varias veces de esas en las que curraba pâtéándome el centro de Madrid y no tenía ni tiempo ni dinero para entrar a ningún sitio a comer.