Tras una muy buena cena en El Candil, un restaurante que se encuentra junto a este local, decidimos tomarnos una copa. No habíamos venido nunca pero la atención hizo que pareciera que llevábamos toda la vida yendo allí. Fue la guinda del pastel de una buena noche entre amigos. Ya había escampado, por lo que tomamos asiento en la terraza: muy cómoda, con sillones y sillas de mimbre y faroles que le daban un toque especial. Se puede pedir desde fuera por una ventana que da a la barra directamente. El interior también estaba muy bien decorado, todo muy cuidado. Tomamos un par de copas(en copa, valga la redundancia, y bien servidas) y una tónica. La atención fue estupenda, la camarera es muy cercana, de estas que te hacen volver al sitio, que te ganan y nos trató muy bien. Quizá una falta es que no ponen frutos secos o gomitas para acompañar las copas y disponen de una maquina de latitas de cacahuetes, pistachos y tal que no hacen más que quitarles glamour.(por decirlo de alguna manera). Una buena opcion si andas por la zona y te apetece una copa tranquilito.