La Villarroel

Confieso que no había estado antes en La Villaroel. Sí, lo se… debo ir más al teatro… En eso estamos! La ocasión lo merecía: una buena obra con dos grandes actores «cara a cara» y toda la familia en bloque con asientos reservados.
Debo decir que me gustó el ambiente que transmite esta Sala. El hall estrechito, el foyer rehundido con su bar de cortesía, el patio de butacas con una moderada pendiente. Me dió la sensación de estar en un sitio conocido, de inusual familiaridad. Tal vez esas vetustas butacas, con pedigrí, que a uno le recuerdan las del colegio! Nos hacemos mayores Pablito!
Al no ser un teatro gigantón, se goza de muy buena visibilidad desde prácticamente todas las posiciones; desde luego, en el centro de la fila 9, garantizo que la panorámica es óptima. La acústica también notable y aunque las butacas merecen una severa actualización, me encantaron! Estás arropadito con el de tu lado y eso se agradece.

La Villarroel es como «la 1» o «la 2» de TVE en su día, que por uso general decidieron adoptar los nombres que utilizaba la gente.
Antiguamente llamada «Teatre Villarroel», la Sala Villarroel se ha convertido en escenario de títulos más alternativos donde los actores consagrados siempre quieren trabajar.
Yo estuve un par de años organizando actos en él y os puedo decir que aunque no tan inquietantes como el Romea, las bambalinas de La Villarroel también tienen historias. Los técnicos y jefe de sala del teatro siempre cuentan que existía un fantasma (me encantan estas historias) o quizá una presencia que se paseaba por detrás del escenario jugando con las luces. Algún tiempo después del cambio de butacas del teatro (altamente criticadas), esta presencia desapareció. Supongo que le dio penita ver cómo le cambiaban la cara a su teatro y se fue a encantar otro.

A mi abuela le encantaba la zarzuela y en cuanto asomaba la cabeza por la puerta insinuando que le apetecía «ir a escuchar música», en casa todos huían despavoridos. Menos yo que pequeña, y despistada las más de las veces, no corría lo suficientemente rápido, caía como una pardilla y me tocaba acompañarla donde fuera.
Su teatro favorito era el modesto auditorio de un colegio: Sant Josep Oriol. Allí, entre semana ensayaban los muchachos del grupo de música de la escuela. Entre ellos mi hermano… impagable verlo tocar, con el laúd para más «inri», «El sitio de Zaragoza»…cuando se lo recuerdo aún me persigue por el pasillo de casa, jejeje. Pero los sábados y domingos, la sala se dejaba o alquilaba a grupos amateurs. Ahí escuché mis primeras –y odiadas, con perdón– zarzuelas. Y ahí también pude ver mi primer Ibsen.
Con el tiempo, el colegio dejó ese local, que pasó a llamarse Sala Villarroel.
La Villarroel, como se la conoce ahora. Y está bien. Está muy bien que no se pierdan equipamientos culturales como este.
Y está mejor aún porque los conciertos de un colegio de curas y las zarzuelas de mi infancia, dieron paso a los impagables monólogos de uno de los inquilinos más apreciados y estables de esta sala: Pepe Rubianes.

A punto de cumplir cuarenta años, La Villaroel sugue fiel a sus principios. Desde sus inicios se ha destacado siempre por ser un teatro con un marcado compromiso social. De hecho nació con la intención y de acercar el teatro a la clase obrera. En la actualidad es gestionado por Grup Focus, una organización con gran repercusión en el sector de las artes escénicas de la ciudad.
El núcleo de su programación es mayoritariamente de obras en catalán y de autores catalanes. Aquí dieron sus primeros pasos muchos de las mejores compañías catalanas actuales, entre las que destacan El Tricicle. Además organiza con cierta frecuencia recitales de canción.
Sólo he acudido a esta sala a ver conciertos. El hecho de estar sentado en una cómoda butaca hace más cómoda la experiencia. Fue en 2009, cuando de la mano de la revista Rockdelux, programó una serie de conciertos de música de la escena independiente, el tercer lunes de cada mes. Una iniciativa con muy buena acogida y que espero vuelvan a repetir nuevamente.
La Villaroel es una sala con mucha personalidad y un público fiel. Un buen lugar donde ver teatro de autor con un estilo que se aleja de los grandes estrenos comerciales que inundan marquesinas y autobuses.