La Bola

Maravilloso a la vez que decadente rastro donde se acumulan todo tipo de objetos antiguos más o menos vinculados al gremio editorial: postales, álbumes de cromos, libros, revistas, carteles de cine, publicitarios… todo tipo de memorabilia: melómana, cinéfila… ¡HUMANA, cojones! Una reivindicación del objeto, de la memoria impresa en estos tiempos de usar y tirar, de microblogging efímero y de sms con fartas de hortografia, una bendita anacronía que me alegro que siga muchos años más sin darse cuenta de la realidad mierdosa. Como Norma Desmond en El Crepúsculo de los Dioses.
Vayan allí y háganse con algo, si no es para ustedes, para regalar. Ayuden a que este modo de ver el mundo y la relación de los humanos con los objetos no se convierta en una reliquia del pasado.

En 2003 uno de los regalos que para mi cumpleaños se curraron mis amigos fue un cartel enorme en el que bajo la foto de un obrero con casco ponía «No des la espalda al peligro». Había sido parte, décadas atrás, de la campaña de un peregrino organismo público. Se convertiría luego en lo que es hoy: adquirió carácter de decoración doméstica y objeto de coleccionismo y regalo por el simple hecho de acabar en La Bola. Cuando supe de dónde salía mi regalo, fui a indagar al local.
Encontramos en esta tienda gran variedad de publicaciones, libros y tebeos de distintas épocas y nacionalidades, desde un Don Micky del 79 hasta una Esquella de la Torratxa con chistes republicanos. En el pasillo central, postales, fotografías antiguas y otras naderías de papel hechas objeto de culto por el simple paso de los años. Todas bien categorizadas, con etiquetas que marcan dónde están los calendarios, dónde las revistas, dónde las postales, y en un espacio pequeño y abrupto pero limpio. Al fondo, el rincón de donde salió mi regalo, en el que encontramos decenas de carteles a precios variados en función de su antigüedad y estado de conservación. Desde fiestas mayores hasta vueltas ciclistas. Cualquier motivo de celebración y anuncio, y nada excesivamente caro. Cuando uno va con duros en la cartera y tiene un par de marcos vacíos, La Bola es un buen lugar para escarbar. Y obviamente el lugar idóneo para hacer regalos sin mayor utilidad.

El día que me adentré en LA BOLA me sentí como haciendo un viaje al pasado. Imaginé que era el sitio ideal para que se encontraran un abuelo y un nieto de hace muchoooos años… imaginé que quedaban para intercambiar sus pequeños tesoros: sellos, juguetes de hojalata, cartas a antiguos amores, guías de viaje de distintos destinos, centenares de revistas de moral antigua y de modas, libros, muchos libros y tebeos. Fue un bonito sueño. Es lo que tiene LA BOLA… que te evoca recuerdos. Evoca eso… y un poco de alergia. Alérgicos empedernidos abstenerse. El polvo (y algo más) te invade sólo cruzar la puerta. También es un sueño para los curiosos, coleccionistas y arqueólogos de la nostalgia.