Llegamos a Lisboa un viernes, casi a las diez y media de la noche. Nos acomodamos brevemente en la casa y a las once de la noche fue como «pues habrá que cenar algo…». Yo estaba aterrado, porque sé que la cocina de los restaurantes portugueses cierra pronto, así que me veía cenando en un McDonalds chungo.Pero…