La última vez que me fastidié mi preciado hombro (que me ocurre con cierta frecuencia), no hacía más que tirar mis gafas de sol sin querer. Me las ponía en la camisa y, al final, por H o por B siempre terminaba tirándolas al suelo con el cabestrillo. Y me daba pánico romperlas.Así que alguien me mencionó «¿y si…