Recuerdo que cuando quise empezar a manejar, mis padres se miraron entre sí a ver cómo hacían para safar. Ante ese panorama, mi papá se prestó en algunas(contadas) ocasiones a enseñarme. Digamos que no hubo química. Entonces me puse a buscar escuelas para aprender a conducir, que me quedaran cerca de mi casa. Encontré Fer Car, que me venía excelente. Las clases son de 30 minutos, y la verdad me hicieron sentir muy cómoda y sobre todo segura. Los nervios que teníà la primera vez que fui se fueron disipando paulatinamente, y después ya me daba cuenta que hablaba tranquilamente con mi instructor mientras manejaba sin perder concentración en las dos cosas. Lo bueno que tienen estos autos es que tienen doble comando de pedales. Es decir, que ante una maniobra brusca de principiante, o la posibilidad de que te estés por mandar la macana del siglo ellos lo resuelven. Por suerte a mí no me ocurrió nada para alarmarse. Sólo me acuerdo que una vez se me cruzó un perro, y yo lo primero que atiné a hacer fue maniobrar, de modo que iba a terminar chocando al auto a mi derecha. Pero Fernando, mi instructor, rápidamente me advirtió y presionó el freno más aún. También recuerdo haber ido a la clase de teoría para el examen escrito, que dictaban ahí. Después de asistir, me dí cuenta que estaba exagerando con mi miedo al volante, y rendí mi carnet sin inconvenientes. En caso de no tener auto propio, para ir a rendir a la oficina de tránsito, ellos te lo alquilan, y va tu instructor con vos.