Esta panaderíà la conocí por recomendación «¡Tenés que probar los imperialitos de la panadería de 13!» Y claro que lo hice. Con tanto entusiasmo, no dudé de que debían ser los mejores. No por nada el lugar se llama Imperialitos del Plata. Algo deben tener para sentir tanto orgullo y ponerle ese nombre a la panadería. Y es que son especialistas. Esto es algo frecuente que ocurre en ciudades como La Plata, donde una panadería, por ejemplo, tiene una especialidad en algún producto. Acá es los imperialitos. En otros lugares pueden ser sánguches de miga, medialunas, etcétera. Es imprescindible pasar y llevarte, aunque sea, una docena. Y es muy fácil, porque una de las entradas principales a la ciudad es por calle 13 y pasas por la puerta, así que no tenes excusas. Tenés que ir, tenés que pasar.
Lucía F.
Tu valoración: 5 Buenos Aires, Argentina
Tuve que visitar La Plata por trabajo y mientras viajaba en el remis me preguntaba si habría alguna panadería o lugar célebre en la ciudad para comprar algo rico para llevar a la oficina, algo que solemos hacer cuando viajamos. Parece increíble, pero justo después de pensar eso, con el auto pasamos por un lugar con un cartel grande que decía «imperialitos del plata» y me dio tanta intriga que googleé en el celular. No había tanta info, pero decían que eran«únicos e irresistibles», así que cuando volvíamos tuve que parar para ver qué eran. Sin exagerar, fue una de las mejores decisiones que tomé en el año. De afuera el lugar no llama mucho la atención, hay una heladera con imperialitos y tortas, y le pedí al señor que atendía dos docenas. Como no tenían débito y no me alcanzaba, le dije que me prepare menos pero como sabía que me los llevaba a la oficina me dijo que me hacía las dos docenas igual, que no iba a dejar a nadie sin probar los imperialitos y que seguro iba a volver. Voy al grano: tienen que ir sí o sí y comprobarlo ustedes mismos. Son como unos alfajorcitos que parecen una bomba de dulce de leche, praliné y azúcar impalpable, pero cuando los probás son híper livianos y riquísimos. Una trampa, porque así terminé comiendo miles. En la oficina fueron un hit y me llevé algunos a casa, donde también fueron celebrados. No volví a La Plata desde ese entonces, pero en lo único que pienso es en que cuando pase por allá de nuevo me voy a traer otra docena de imperialitos, porque para mi son el secreto mejor guardado de la ciudad.