Vicente es uno de los puntos de reunión con mi familia lejana cuando están en la ciudad. De alguna forma, lo llegué a asociar directamente con eso: la mesa de la familia completa, bien a lo tano –vino, mucha gente, pastas, y un muchas charlas que convergen en un tono de voz por encima de lo normal. Siempre que vamos nos atiende Salvador, que trabaja en el local prácticamente desde que abrió. Pareciera que Salvador no sabe no sonreír. Nos deja las paneras, y comienza a participar en el debate familiar que culmina en un pedido de 10 platos, todos diferentes. La categoría predominante es siempre la misma: las pastas. Ya sean rellenas o secas, todas vienen abundantes y con salsas que les sientan a la perfección. También el risotto de hongos merece una mención especial, y como postre, el tiramisú. En general suele haber mucha gente, por lo que conviene ir temprano y armarse de paciencia porque la atención, si bien muy amable, suele no ser veloz.