Restaurante Chiquilin

Creó que pasé mil veces por la puerta y nunca presté atención pero en la noche del sábado cruzamos miradas el cartel de «Chiquilin» y mis ojos.
No sabíamos muy bien que comer así que este restaurante típico de la zona de avenida corrientes nos iba a solucionar el tema. Teníamos una carta amplia para todos los gustos.
Mi amiga pidió carne de asado y papas a la crema que terminaron siendo papas fritas comunes. La moza no entendió bien pero por la buena onda que le puso, no hicimos el reclamo. Por mi parte pedí fideos cintas con salsa carbonara. Estaban muy buenos pero según entiendo esa salsa es a base de crema y vino tipo filetto con los pedacitos de panceta.
Seguramente era una receta propia del lugar y no estuvieron nada mal así que los disfruté igual.
El servicio, más allá de ese detalle en el pedido estuvo muy bien. Era una chica que estaba muy atenta a lo que pudiéramos necesitar.
El lugar es muy grande y a pesar de que había gente, estábamos muy cómodos, sin hacer fila y los platos los sirvieron a tiempo.

Una tipica cantina– restaurante del centro porteño. No la conocía y fui por primera vez luego del teatro. Había lugar arriba así que no hubo espera y la atención fue buena. La comida rápida y estaba bien, pedimos pastas rellenas, bien rellenas y tipo caseras. Aunque mis agnelottis de ricota estaban medio sosos. Pedi una copa de vino, y no estaba muy bueno. Algo que vi y no me gusto, un mozo llevando vasos limpios de a cuatro en una mano metiendo los dedos dentro, me parece que no es higienico y esta muy mal. Resumiendo, no me parecio un lugar especial, se come normal, pero no es barato.

Es imposible quitarle a Chiquilín un cariño nostálgico de la infancia.
Fuimos anoche después de más de 15 años sin visitarlo y la experiencia fue igual a la recordada: mozos de profesión, muy amables, buena comida y el bodegón de mis recuerdos.
Pedimos un risotto al que le faltaba presentación, pero estaba muy rico, ravioles de calabaza, pollo y matambre al verdeo excelentes. Pedimos un par de variaciones en los platos que acomodaron perfectamente.
Fuimos un martes a las 21:30hs y encontramos mesa. Unos minutos más tarde ya estaba lleno.
La cuenta pica, pero no más que otras opciones que fuimos viendo por la zona de teatros. Referencia: el pollo al verdeo costaba sobre 110 pesos.

si vas un viernes después del teatro (que es lo mas normal) siempre hay que esperar un poco.
A favor, la atención y al calidad de la comida, esta buena en serio.
En contra, los precios ya turistiqueados, que por el tipo de comida que sirven y el local medio bodegon, no se justifica pagar un precio tan alto.
Un ni muy muy ni tan tan…

Dicen que es como un «viaje en el tiempo», ésta denominación proviene de varias características positivas con las que el restó cuenta.
Unos de esos tips tienen que ver con la excelente calidad de los platos, buenos precios y por sobre todo, buena cantidad, la necesaria como para irse contentos, panza llena. Las porciones son generosas. Otro tip mas! la atención es definitivamente buena y el ambiente agradable. En definitiva, satisface a los paladares más exigentes.
La carne es de primera (bife de chorizo se lleva todos los premios!) y no decepciona aunque ahora, tiene competencia con el ofrecimiento de pastas y pescados frescos agregados al menú recientemente. La atención se caracteriza por estar constituida por mozos de la vieja escuela, bichitos serviciales de los cuales te hacés amigo entre feedback de preguntas y respuestas.
DATO YAPA: Ravioles de espinaca caseros, no pueden maaaaaaas de ricos!!!