When not in Tucuman, do as the tucumanos tell you. Llegué a La Tucumanita por recomendación de Lisandro, siendo que además trabajo por la zona y siempre estoy buscando nuevas alternativas de almuerzo. Ya me gustó el local de entrada: como comenta Lisandro, era claramente un bar típico, pero la decoración «clásica» va perfecta con el nuevo uso y menú. La carta es sencilla: empanadas, locro, humita… y la milanesa. Admito desconocía que había una especialidad que era el «sanguich de milanesa a la tucumana». Mala mía, porque es BUENISIMO, no sé si por tradición o porque el local es bueno en lo suyo: mila recién hecha(parece un detalle menor, pero lo importante que es), mila DOBLE de hecho(ver foto ilustrativa. Esto me dio la alegría del dia), lechuga en hebras(detalle tan sencillo y que nadie hace, y mejora la experiencia sobre«hoja de lechuga dudosa tirada a lo bestia»), mostaza, y un pan exquisito que además está «tostado-prensado»(no me hagan explicar, lo entienden). Una combinación excelente, a un precio que está muy bien. Ahora quiero probar toda la carta, siguen las empanadas seguro, por facilidad para transportarlas, pero en cuanto tenga ocasión de ir y sentarme, quiero probar el locro también.
Lisandro N.
Tu valoración: 5 Buenos Aires, Argentina
Como tucumano inmigrado a la gran ciudad me siento en la obligación, cuando veo un cartel que promociona empanadas tucumanas, comprobar experimentalmente esa afirmación. Hoy, aprovechando que paró la lluvia, salí a comer, me desvié por un camino que no suelo tomar y encontré este local. Se llama La Tucumanita(aunque funciona en lo que alguna vez se llamó el Café La Mundial). La puesta y la decoración son, efectivamente, los de un cafetín de Buenos Aires: muebles de madera, luces amarillas, vitrinas y la calefacción alta. El menú, sin embargo, es totalmente tucumano: empanadas, tamal, locro, humita en chala(ignoraremos educadamente la inclusión de empanadas de rellenos espurios que no sean carne o pollo). Pero la estrella fue el Sándwich de milanesa a la tucumana. La empanada, que comí de entrada, fue perfecta. Se sentía como si hubiera nacido en la Plaza Independencia. Masa casera, seca, un relleno purista(carne de matambre bien tierna y dejos de cebolla, verdeo, huevo y comino). Si le cabe una crítica, que solo incluyo por completitud: pedí carne picante y me trajeron suave; o el picante está medido para el paladar porteño. Párrafo aparte merece el Sanguche de Milanesa, plato fuerte si los hay. Empanadas tucumanas es difícil de comer en Buenos Aires, pero un sandwich de milanesa es directamente imposible. Sin embargo, valga la paradoja, este sandwich se acercaba bastante. La milanesa estaba bien tierna, recién hecha; los aderezos eran correctos(lechuga deshilachada, mayonesa). El eje de la crítica suele ser el pan. El correcto chegusan de milanga debe ser preparado en pan sanguchero, una artesanía que(sin ser compleja) no se da en las panaderías de esta ciudad. En este caso, la citada panificación cumplía satisfactoriamente con su cometido. Complementan la exquisitez la atención, muy amable, y el hecho de que la comida estuvo lista en pocos minutos, aunque era temprano. No es caro en ningún sentido; así que yo diría que es un sitio de culto para la diáspora tucumana e incluso norteña en la capital. También puede ser un gran punto de partida para un lego que intenta explorar los misterios del arte culinario tucumano.