La Gran Familia

Es el típico lugar al que llevás a tus hijos en su última noche de vacaciones. El lugar es muuy grande (por suerte pudimos entrar sin reserva) y tiene un patio atrás con juegos para los más chicos.
Las porciones son muy abundantes y ricas (recomiendo que pidan pastas).

Menamoré.
Es un restaurant que está hace años en la costa, bastante conocido por ser uno de los lugares elegidos para hacer eventos y fiestas, y no había ido nunca. Tiempo perdido.
El lugar es amplio, la decoración agradable y desde que entrás la atención es muy buena: los mozos –simpáticos pero no cargosos– te acompañan a la mesa y recomiendan comida y vinos. Mientras elegís, te llevan una picada de mini-​entradita con jugo de naranja (artificial) y jerez (un vino bastante dulce). Cumplen con la ley de servicio de mesa (panera con productos aptos para celíacos, sal libre de sodio, etc) que es un detalle que suma y que se ve poco.
En mi mesa pedimos cuatro platos diferentes y todos fueron cinco estrellas. Capaz el mío de cuatro porque vino medio frío pero no tardaron nada en recalentarlo (hasta lo cambiaron de plato, no es que al microondas y listo). De todos probé un poco y me encantaron: locro cargadísimo de sabor y de amor por el invierno; mila napo con papas y huevo frito (el aceite estaba medio pasado pero creo que no fui nunca a un lugar donde no estuviera así) que es un clásico y que tenés que ser muy exquisito para que no te guste; pollo a la Singapur que es pata-​muslo con frutas y papas noisette y que claramente no es para cualquiera, pero si te gusta lo agridulce, está bueno, aunque es un plato más de verano. Finalmente, yo comí lomo al verdeo y estaba buenísimo. No soy muy amante de la carne pero de vez en cuando se me da pedir algo así y está bueno no decepcionarme: estaba a punto, tierno y jugoso.
De postre pedimos budín de pan, brownie de chocolate con helado y frutos rojos, y café. Todos los platos fueron abundantes y satisfactorios y estoy segura de que voy a volver.